El plan B

Crítica de Fernando López - La Nación

Comedia poco feliz

Está visto que Hollywood no tiene mucha suerte con la comedia en los últimos tiempos. Tampoco Jennifer Lopez, que estuvo cuatro años alejada del cine (se dedicó a formar una familia y criar a sus mellizos, además de los otros tres hijos que aportó al matrimonio su marido, Marc Anthony), y ahora decidió volver, quizá para mostrar que la maternidad no ha disminuido sus atractivos físicos (algunos hasta son motivo de un diálogo) ni su buena relación con la cámara. El papel que eligió, claro, es el de una madre. Mejor dicho: el de una linda mujer de treinta y pico que quiere serlo y ya está cansada de esperar a ese hombre ideal que nunca llega. Por eso, toma el toro por las astas y se decide por la inseminación artificial.

Hasta ahí, todo bien, si no fuera porque apenas concreta su plan B en una clínica, el azar le cruza en el camino a un galán perfecto -dulce, gentil, buen mozo-, de modo que en unas semanas ella se descubrirá, al mismo tiempo, enamorada de éste, pero embarazada del anónimo donador de esperma.

No es un punto de partida desdeñable, pero a la libretista Kate Angelo y al director Alan Poul (ambos muy fogueados en el formato de las sitcoms de TV), las ideas no les dan para más.
Clichés y más clichés

¿Qué hacer entonces para llegar a la hora y media de proyección si ya la dueña de la tienda de mascotas y el fabricante de quesos han formado la pareja, ya no quedan a la vista demasiados conflictos y ya se han gastado todos los chistes fáciles sobre resbalones, arrebatos eróticos, embarazos, malentendidos, etc? Estirar el cuento: que él y ella, por ejemplo, discutan por nada, sólo para que haya posibilidad de reconciliación; que aparezcan personajes secundarios como un perrito en silla de ruedas, un grupo de apoyo a la madre soltera que reúne todos los estereotipos presuntamente graciosos y admite una escena de parto tan burda como desagradable; una abuela sabia y sus compañeros del geriátrico, capaces de despacharse con algunos exabruptos.

En fin, nada que con tan módicas dosis de gracia pueda rescatar a la comedia de su mediocridad. Tampoco puede hacerlo la pobre Jennifer, aunque lo intenta con más desenvoltura que convicción, ni el australiano Alex O´Loughlin, que apenas zafa del papelón a fuerza de simpatía y oficio.