El Picasso de Persia

Crítica de Laura Osti - El Litoral

El canto del cisne

Mitra Farahani, joven cineasta iraní y pintora, demuestra su sensibilidad y su inteligencia en este documental que rescata del olvido a un artista oriundo de su mismo país y exiliado, al igual que ella.

Según los datos de las crónicas, Bahman Mohassess fue un destacado pintor y escultor en Irán en la década del '70, período en el cual regía una dictadura monárquica encabezada por el Sha Mohammad Reza Pahlavi, que había destituido, en 1953, mediante una revolución, al primer ministro elegido democráticamente Mohammad Mosaddeq, quien se había granjeado la enemistad de los Estados Unidos y de Gran Bretaña porque decidió nacionalizar el petróleo.

Mohassess, en esa época, joven y provocador, no soportó el régimen iraní del Sha, con el cual tuvo algunos incidentes conflictivos, y decidió exiliarse. Prácticamente desapareció de la escena artística y según comenta Farahani en su documental, estaba inhallable al momento en que planeó su película. Ella se propuso encontrarlo y después de una tarea de investigación, logró ubicarlo en Roma, recluido en un pequeño departamento.

Allí se dirigió con su cámara y su micrófono y durante algunas sesiones repartidas en distintas jornadas, logró registrar el pensamiento de este singular creador y también, de manera totalmente imprevisible, lo que fueron precisamente los últimos días del artista, ya que murió prácticamente al finalizar el film.

Mohassess se muestra irreverente y muy crítico con respecto al mundo actual, añorando las épocas de su juventud, en la que los artistas y los intelectuales, como él, formaban parte de un movimiento cultural que se nutría en ideas y concepciones estéticas inspiradas en los grandes maestros de la historia del arte. Para Mohassess, la civilización humana está atravesando una decadencia que parece irreversible, se queja de las guerras, la contaminación del planeta y la banalización de la cultura.

Fumador empedernido, tiene tan afectados los pulmones que le cuesta respirar, habla entrecortado y cuando se ríe (que lo hace a menudo), de su garganta surge un ronquido áspero y un tanto agudo, un claro signo de que su salud está muy deteriorada. No obstante, tiene un gran sentido del humor y se ve que la aventura que le propone Mitra lo divierte.

En pocas palabras, logra sintetizar su proceso creativo, desde sus orígenes hasta la actualidad (falleció en 2010, a los 79 años). Rodeado de unas pocas obras en su departamento, ilustra su relato mediante viejos catálogos de exposiciones suyas y fotografías, ya que para el momento en que se filmó el documental había prácticamente interrumpido su actividad y sólo trabajaba por encargo. Se jacta de vivir del fruto de su trabajo, que sabe vender muy bien. Pero además, muchas de sus obras fueron destruidas, no solamente por el régimen iraní, sino por él mismo en distintas circunstancias. Según explica, riéndose de sí mismo, la construcción y la destrucción son las dos caras de un mismo proceso.

La joven Farahani se gana la confianza del anciano y entre ellos se genera una química muy especial que se transmite al espectador, logrando captar su interés, en una experiencia fílmica que incluye fragmentos de otro documental realizado en los años ‘70, algún comentario de un coleccionista admirador de Mohassess y también el encuentro con dos jóvenes hermanos iraníes que han viajado a Roma solamente con la intención de comprar algunas de sus obras. Estos marchands reavivan el entusiasmo del artista, quien se siente estimulado para volver a pintar y de algún modo reencontrarse con sus raíces, pero, ya en el final del film se advierte que será solamente el canto del cisne, próximo a morir. Así de descarnada es la película de Farahani, que está presentada con un especial cuidado en el montaje, consiguiendo narrar una breve historia distribuida en cuatro capítulos, apelando a un juego de intertextualidad, con citas de poemas de distintos autores y de una obra de Balzac, fragmentos de películas y alusiones varias a otras manifestaciones del arte, así como a acontecimientos históricos que inspiraron algunas de las obras de Mohassess, todas referencias del universo mental en el que habita el protagonista, caracterizado por él mismo como “renacentista”.

La obra de Farahani es sencilla y compleja a la vez, trasunta ternura y rigor al mismo tiempo, curiosidad y pudor, halagando al espectador en varios planos: despertando la intriga alrededor del misterio, ilustrando acerca de un autor poco conocido y aportando a la diversidad del conocimiento en general.

Por último, hay que resaltar que el título original, Fifi az khoshhali zooze mikeshad, es el nombre del único cuadro que acompañó al pintor a todas partes y que nunca quiso vender: “Fifí aúlla de felicidad”.