El payaso del mal

Crítica de Jonathan Plaza - Función Agotada

El trailer de El Payaso del Mal (absurdo título hispanoamericano para Clown) generó muchas expectativas por tener, en principio, una premisa que se sale de la media. Personalmente pensé que iba a ver una comedia sin límites y pasada de rosca. Pensé que iba a ver una Killer Klowns From Outer Space de esta época. Sin embargo, la película va en serio (los toques de comedia son menores) como la mayoría de los films de terror actuales. Se coquetea con los temas del cine Z de los 80´s pero no con sus modos desenfadados. Se cambió la fiesta por la lección moral. Esa es la realidad del género actualmente y dentro de esa realidad, si bien El Payaso del Mal no juega con las cartas que esperaba, juega bien.

El Payaso del Mal funciona porque se condensa en una línea simple: Kent es un tipo que un día se puso un traje de payaso y no se lo pudo sacar. La trama, para sostenerse tiene algunos extras: Kent tiene una esposa (Meg), un hijo pequeño (Jack) y uno por venir; hay una leyenda sobre un demonio nórdico (algo así como el primer payaso) y un montón de cosas más. Lo esencial, sin embargo, me sigue pareciendo ese primer puntapié. Kent jugó (se le da mucha importancia a lo lúdico en el film) por un rato a ser otro y se convirtió en ese/eso otro. Cuando la conversión empieza se da cuenta que el mecanismo de esa maldición incluye que se coma a cinco menores. Por lo cuál va a empezar una lucha consigo mismo para zafarse sin matar a nadie.

La película cae cuando la focalización se traslada desde Kent hacia Meg. Se intuye que este cambio está dado para posibilitar el final clásico del “enfrentamiento con la cosa”, pero teniendo en cuenta que este es un film que no tiene la presión comercial del mainstream respecto a las boleterías, hubiese sido interesante que se mantenga por el camino por el cuál arranca, ya que este es el que otorga sentido a la totalidad de lo que vemos. Kent se convierte en algo que detesta (desde lo estético y ético) y es en esa lucha interior por no atacar niños en donde se ven las mejores escenas de la opera prima de Jon Watts. Por supuesto el payaso como icono, el verbo “comer” y la preferencia hacia los niños están relacionados con la práctica de la pedofilia. Es en ese tipo de monstruo en que Kent se convierte y contra lo que lucha. Bajo esos términos está planteada la densidad del relato.

El Payaso del Mal funciona porque se condensa en una línea simple: Kent es un tipo que un día se puso un traje de payaso y no se lo pudo sacar.
La focalización, que en primera instancia parece buscar centrarse en lo humano (o en los humanos que aún siguen siéndolo) termina sembrando el terreno para que Eli Roth (porque este es su sello propio) nos diga una vez más que las personas son más monstruosas que aquello a lo que llaman monstruos y, de paso, que intente aleccionarnos (como en todas las películas donde produce y/o dirige). La diferencia que consigue el productor con esta cinta es que la construcción del relato (tanto narrativamente como en la esfera simbólica) es más orgánica para que esta inserción sea posible. Esto hace que Clown sea llevadera y no una prédica constante como Aftershock. Sin detallar spoilers sobre los aspectos de crítica al grupo social del cual forma parte Meg que están presentes en la cinta, puede decirse que es lógico que los personajes en El Payaso del Mal tengan sus propias mascaras sociales, que cambien su posición y que intenten mantener las apariencias hasta las últimas consecuencias, dado que es una película cuyo punto de partida es un tipo que no puede sacarse un disfraz y este lo termina absorbiendo.

El Payaso del Mal pudo haber sido una película pésima y pudo también ser La Mosca. Digamos que se queda a la mitad de esos dos terrenos. Por mi parte espero ver el próximo proyecto del debutante Jon Watts sin Eli Roth detrás. A ver qué pasa.