El otro lado de la esperanza

Crítica de Fernando Sandro - Alta Peli

Un choque cultural.

Al director de El hombre sin pasado siempre le fueron afines las historias de hombres comunes. Tampoco se decide a ubicarlos en un marco extraordinario. Lo suyo son las personas cotidianas en un marco de rutina, pero visto a través de un ojo que sabe capturar el detalle, al punto de encontrar lo fascinante dentro de lo regular.

Esta vez nos cuenta la historia de Wikström (Sakari Kuosmanen), un ex vendedor de camisas que decidió cumplir su sueño de tener un restaurante propio, mediante el dinero de una apuesta.

Este hombre se relaciona con distintos refugiados a los que da trabajo como empleados en su local. En especial con Khaled (Sherwan Haji), un sirio que huye de su país en medio del conflicto bélico constante, que llega a Finlandia arriba de un buque de carbón, camuflado entre la materia del mismo.

Khaled no quiere ser un inmigrante ilegal, por eso su primer paso en el nuevo país será presentarse ante las autoridades y blanquear su situación. Frente al maltrato y negación de las mismas, que pretenden devolverlo a su país, Khaled huye y es ahí cuando se topa con Wikström quien le brindará ayuda y empleo.

A diferencia de otros directores que se inclinarían por un producto amable y aleccionador sobre la amistad entre dos personas de mundos diferentes (léase el tono de Inseparables), Kaurismäki se ríe de la tragedia, tal cual lo hizo en la totalidad de su vasta obra.
Los personajes de sus películas sufren todo tipo de peripecias, son llevados al extremo del absurdo, pero siempre dentro de la línea de lo creíble.

El choque se da entre personas, no entre mundos. Ambos arrastran sus historias, guardando algunos puntos en común y otros disímiles, pero en ese devenir trágico, hay algo que los une.

La lente social:
Si bien se podría decir que El otro lado de la esperanza se ubica dentro de las obras menores del realizador finlandés, no por eso significa que su mirada aguda a la realidad social esté opacada.

El otro lado de la esperanza es una comedia costumbrista, quizás dentro de las más accesibles de Kaurismäki, su duración (que apenas traspasa la hora y media) se digiere a un ritmo veloz no gracias a un montaje abrupto (por supuesto), sino al sostenido entretenimiento que propone.

Mantiene un lenguaje visual atractivo. Esa precisión en las puestas cargadas de detalles para los más observadores, en medio de planos que no necesitan de grandes despliegues, se ubican en la posición de un observador.

Kaurismäki pinta un fresco social en el que es sencillo identificarse, y una historia sencilla como esta permite que un público mayor pueda penetrar ese juego.

Conclusión:
Con El otro lado de la esperanza, Aki Kaurismäki regresa tras cinco años a un cine que le es familiar, con algo de cansancio y sin tomar grandes riesgos, pero con la certeza de saberse un observador capaz y único de la realidad de las clases trabajadoras sufrientes. En su periplo de hechos traumáticos, como un prolijo cirujano, no decae ni en subrayados ni en golpes bajos, siempre guardándonos una sonrisa trágica bajo la manga.