El origen

Crítica de Juan Pablo Ferré - CinemaScope

Nolan y su originación

La reaparición del fenomenal Christopher Nolan luego de The dark knight, esa brillante película de acción con trasfondo de superhéroes que creó para la secuela de su saga de Batman, fue una de las películas más esperadas de los últimos tiempos desde el día en que se anunció. Un enorme hermetismo refugió al filme de cualquier filtración y los avances promocionales se encargaron de mantener el suspenso y el velo de incertidumbre que cubría el largometraje. Todavía es demasiado pronto para saber si El origen va a convertirse en un clásico, pese a que tiene las herramientas -en especial las visuales y las narrativas- para lograrlo, pero sí podemos afirmar que será la película más comentada del año y ya ha generado un furor virtual irrefrenable.

Mucho se ha dicho sobre la complejidad de la nueva película de Nolan y no hay dudas de que recién un segundo visionado del filme logran completar con éxito el rompecabezas mental que nos plantea el director pese a una narración fenomenal. La cuestión pasa por dilucidar la cantidad de reglas del juego que se van proponiendo a lo largo del metraje y seguirlas con éxito. Pero su complejidad va mucho más allá de lo que cuenta literalmente el relato. En Inception nos topamos con imágenes elocuentes, si uno es capaz de pensarlas. Existe la posibilidad de reflexionar sobre una serie de metáforas que van más allá de la historia que se nos cuenta. Si Nolan fue capaz de organizar un relato tan escalonado y complejo, lleno de reglas, un mundo propio tan particular, entonces tiene que haber sido capaz de poner esas metáforas adrede y no por casualidad. Entonces, cuando Dom Cobb nos cuenta que con su mujer se pasó durante 50 años creando en sueños un mundo perfecto en donde solían vivir hasta que se dio cuenta de que no era real, podríamos hallar una imagen de la “american way of life”; o cuando vemos a los enormes edificios de ese mundo caerse a pedazos pensemos en el fin de la civilización; o cuando vemos que en el mundo de Inception se disputan el mundo desde corporaciones y no desde gobiernos, estamos hablando del mundo globalizado, del capitalismo salvaje y de la erosión de los estados nación; que cuando vemos que en la muerte está el despertar, no estamos sino ante la cultura de la muerte y no ante un simple lugar común...

Ahora bien, más allá de todo esto, Inception cuenta una historia particular, la de Dom Cobb (Leo DiCaprio) un señor capaz de meterse dentro de tus sueños para robarte información. A Cobb le llega un ofrecimiento que no puede rechazar: debe realizar una “originación” (la inception del título), es decir, tratar de plantarle una idea nueva mediante sueños a una persona; si lo logra, podrá recuperar a su familia. Esa necesidad llevará a Cobb a juntar a un grupo de aventureros (el elenco de lujo formado por Joseph Gordon Levitt, Ellen Page, Ken Watanabe, Tom Hardy y Dileep Rao) a sumarse a su plan, que involucra entrar en los sueños de un empresario (Cillian Murphy) pero tan profundamente que puedan plantar la idea sin que le parezca algo artificial. A medida que nos vamos metiendo -insisto, bajo reglas autoimpuestas- dentro de más y más capas de sueños y sueños dentro de sueños, la narración va tomando el protagonismo que se merece y allí es donde Nolan nos muestra su habilidad: en la coordinación majestuosa de tres mundos paralelos pero en diferentes escalas temporales que van encajando a la perfección como piezas de relojería.

Hay un truco -hay que decirlo- y está en esas mencionadas reglas que gobiernan el mundo de Inception. Podríamos pensar que es sencillo ganar un juego cuando las reglas las vamos poniendo a medida que avanzamos en el partido y es eso mismo lo que ocurre en este relato. Creo que ahí está su falla más notoria -la que nos separa de mantenernos inmersos en un filme que es de todas formas atrapante e hipnótico-, en develarnos con reglamentos, leyes y mandatos las manos del titiritero detrás de cámara. De la mano de esto, tenemos personajes que cumplen una función constantemente declamatoria y nos explican una y otra vez las situaciones por las que transcurren los protagonistas. Me temo que sin ello el filme quedaría estancado en la nada misma, pues sería imposible avanzar y que el público pueda captar hacia donde va el relato.

Se ha dicho también que Inception no es un filme original porque remite a otras narraciones contemporáneas que están en la memoria popular. Se ha nombrado a Matrix, a Avatar y a La Isla siniestra -entre otras-, esta última por el parecido del personaje de DiCaprio, que confunde la realidad con sus sueños o alucinaciones. Pese a todo, no creo que esas relaciones le quiten originalidad a un relato que compone un mundo desde cero y con una magnificencia visual y narrativa notables. Dicho sea de paso, compararla con el cuentito tonto que Cameron adornó con efectos novedosos es una injusticia absoluta.
En este punto, es necesario remarcar el nivel majestuoso de la realización. Nolan gasta todos los cartuchos en una puesta en escena espectacular, infalible y grandiosa, y no habrá quien salga de la sala de cine sin preguntarse cómo han hecho la escena en la que los personajes flotan por los pasillos del hotel. El filme es un conjunto maravilloso de escenas memorables entre las que se destacan la de la bañera y de la inundación en la en la secuencia inicial, los momentos tensos del viaje en camioneta en cámara lenta y el tramo épico dentro del hotel. Es preciso hablar de la fotografía magnífica de Wally Pfister, director de fotografía fetiche de Nolan y con razón. Cada imagen del filme logra ser más bella que la anterior y eso no es sólo merito del realizador.

El elenco lleno de jóvenes estrellas es para aplaudir, pero no porque se destaquen con performances explosivas, intensas o demasiado esforzadas, sino porque simplemente cumplen a la perfección con su tarea, brindando el brillo propio de los grandes artistas. Joseph Gordon Levitt, con su oscuro y enigmático personaje y Tom Hardy, responsable de algunos buenos momentos cómicos, se llevan los laureles. Y la obligada mención a Leonardo DiCaprio, uno de los mejores actores del momento, que una vez más logra darle vida e intensidad a un personaje conflictuado y con matices. Marion Cotillard, logra un trabajo fenomenal al brindarle con muy poco el punch necesario para que su personaje nos asombre con sus desconcertantes apariciones. Por último, es destacable la labor del olvidado Tom Berenger en una reaparición digna de "Gente que busca a gente", el bizarro programa de Franco Bagnato.

Inception tiene muchas herramientas para convertirse en un clásico del cine contemporáneo, posee las características suficientes para transformarse en una película de culto y es por sus propios méritos de realización, sin ninguna duda, un filme brillante y difícil de olvidar. Con una propuesta compleja, que no necesariamente engancha al espectador promedio al brindar un mundo demasiado ajeno y a la vez demasiado común para ser onírico, cae en un pequeño bache sobre el final, al enredarse en sus propios hilos, como queriendo ser más sorprendente y más intrincanda de lo que se promociona, pero cierra con la misma grandilocuencia con la que su narrativa se desarrolla, brindándole al público la posibilidad de pensar por sí mismo, de atar los cabos, de reflexionar, de dejarnos horas y horas hablando sobre las variables libradas al azar en este magnífico cuento de espías y sueños, proyecciones y patadas, limbos y caídas y explosiones y gente que flota y más...