El origen

Crítica de Guillermo Monti - La Gaceta

El perfecto juego de las paradojas

Paradoja: Idea extraña u opuesta a la común opinión y al sentir de las personas. / Aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencia de verdadera.

No pestañee. No se pierda ningún diálogo. Esto es un rompecabezas -uno magnífico, por cierto- y el extravío de una pieza implica que el cuadro quedará irremediablemente incompleto. "El origen" desafía al espectador; le propone un esfuerzo. Bienvenido sea, como demostración palpable de que Hollywood también es capaz -muy de vez en cuando, eso sí- de levantar un poquito la apuesta. No es Bergman ni Tarkovski, apenas una película inteligente.

Christopher Nolan esperó 10 años para concretar este proyecto. Escribió y concibió un juego de cajas chinas tan preciso como el engranaje de un reloj. Necesitaba la tecnología justa para desarrollar la formidable ingeniería visual aplicable a la (libre) arquitectura de los sueños. Afortunadamente, los efectos especiales -que los hay, y en cantidad- están al absoluto servicio de la historia. Y esa es toda una novedad.

Se viene comparando a "El origen" con "Matrix", sobre todo en lo que se refiere a las realidades paralelas y los universos oníricos. Pero Nolan está mucho más cerca de Hitchcock que de los hermanos Wachowski en su concepción del suspenso y en la resolución de sus personajes. La escena de la camioneta cayendo del puente, mientras se desarrollan tres niveles de sueños en distintos planos de tiempo y espacio, es sencillamente perfecta.

DiCaprio convive con un fantasma del pasado (Marion Cotillard, exquisita). La cara de póker de DiCaprio (foto), esculpida por Scorsese y ampliamente fotografiada por Nolan, le da vida al impenetrable Cobb. Sólo Ariadne (Ellen Page, la adorable Juno), podrá acceder al secreto que pone en riesgo la operación. A esa altura, "El origen" lo mantendrá atornillado a la butaca, sin darle margen para respirar.