El origen

Crítica de Alejandra Portela - Leedor.com

En primer lugar deberíamos decir que mejor que hablar de El origen deberíamos partir de su título original, Inception, desechado por la distribuidora local, tal vez por falta de correlato en la lengua castellana. Mezcla semántica entre dos términos: inseminar (to inseminate) y concepción, (to conceive) Inception supone, por un lado, la idea de inseminar artificialmente, fertilizar algo sobre otro, y por el otro, formar idea, generar concepto.

Así dicho, el título de la película de Nolan es mucho más conceptual de lo que parece: y la idea de que “las ideas” son posibles de ser plantadas tal cual se instalan “artificialmente” los virus, merecía un tratamiento bien complicado.

Tanto, como que el postulado de penetrar el ámbito onírico para llegar, trasvasando capas y más capas del subconsciente hasta sembrar una, alguna, cualquier pequeña idea, que además y seguramente tendrá consecuencias irreversibles en el mundo real.

Lógicamente en el transcurrir de la película de Nolan la motivación para hacerlo tiene que ver con el espionaje industrial y con la expiación de las culpas de su protagonista. Digo lógicamente porque es cinematográfico en términos de lógica cinematográfica al menos. Un virus dominador de las mentes que su escritor-director no concibe como apocalíptico, pero que lo es, que no entiende como político pero que lo es, y claramente.

Eso sí el virus de “la sugerencia” no es un virus que haya afectado a Nolan. Sí, en cambio, enfermo de “sobreexplicación”, utiliza explícitamente a su “estrella” para detallarnos de manera abrumadora los detalles de la concepción de su propia idea como guionista. Porque el mandato de Di Caprio en Inception es ese: contarnos de su esposa muerta, de por qué no ver la cara de sus hijos, su sentido de la culpabilidad, el mecanismo por el cual habrá que ir más y mas abajo (¿por qué abajo?) en busca de los sueños, las culpas, las proyecciones, los nanos subconscientes, los recuerdos. Di Caprio es, en manos de Nolan, el Guy Pearce de “Memento” (definitivamente su mejor película) una criatura que nos va guiando, falto de metáforas e insinuaciones, por los espacios y los tiempos de esta gran arquitectura que es El origen. Toda pregunta tiene su respuesta “literaria”, antes que formal y es ahí donde la película se hace poco interesante para terminar siendo un producto más para el regodeo tranquilizador de una masa pochoclera.

En la arquitectura de Inception los espacios son claros, bien definidos tanto en sus paisajes exteriores (una ciudad árabe, una japonesa, Nueva York, alguna ciudad latinoamericana, una montaña nevada) como en los interiores (¿cómo viajar al subconsciente sino es en ascensor?).

En todo caso, la arquitectura es definitoria en el relato del film: abajo y arriba, cerrada y abierta, niveles espaciales que se despliegan no laberínticamente, aunque esa sea su intención sino, de tal manera que nadie pueda perderse. Vuelvo a Memento, mucho más laberíntica que El origen, preocupada por lo sobreabundante de sus acciones y persecuciones de autos, su despliegue recursos visuales, efectos digitales y obviedades argumentales.

Se trata en definitiva de una bolsa de apropiaciones superficiales: Matrix para entender lo complejo de lo real y lo virtual; cualquier película sobre lo viral pero explícita cita a 28 Days Later(2002) de Danny Boyle, aquí conocida como Exterminio, por su protagonista Cillian Murphy, el magnate heredero Robert Fischer; La vie en rose: música y protagonista; Solaris, de Soderbergh (antes que la de Tarkovsky por obvias razones); hasta Expedientes X, diría, El almuerzo desnudo en la escena de los sueños compartidos multiples. Apropiaciones que no van mas allá de su cáscara.

Quizás más clara es esa referencia que podemos hacer sobre El barroco de oro de Calderón de la Barca y La vida es sueño, para caer en el neobarroquismo acelerado y aligerado del cine de Hollywood.

A ver: cuando a los primeros filósofos griegos le preguntaban de dónde sacaban esas ideas tan raras sobre el cosmos, ellos contestaban: nos las dictan los dioses. Bueno ¿por qué no? los nuevos dioses del Olimpo digital tal vez nos estén advirtiendo, una vez más, nada más ni nada menos que sobre eso.