El origen de la tristeza

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Basada en la novela homónima de Pablo Ramos, "El origen de la tristeza", de Oscar Frenkel; es una historia sobre un grupo de chicos alejados de las grandes urbes, que tropieza por su fallido modo narrativo. Cada una de “las artes” tiene su modo particular de expresarse. Una novela puede ser una escritura atrapante, precisa, meticulosa, vigorosa; y al ser adaptada al cine fallar en todos los aspectos; o viceversa.
De pobre novelas ("Los puentes de Madison", "Tiburón") salieron grandes películas, de grandes novelas ("El amor en los tiempo de cólera", "El nombre de la rosa"), han salido películas mediocres. Tampoco sirve demasiado analizar el nivel de fidelidad de la adaptación. Puede ser muy respetuosa con el original, y aún así ser fallida como película; o adaptar muy libremente y obtener un gran film.
"El origen de la tristeza", adapta la novela que Pablo Ramos escribiera en 2007, sobre un grupo de niños durante los años ’80 en un barrio llamado El Viaducto. Lo primero que llamará la atención es que el propio Ramos forma parte de la película, no como actor, sino como narrador, además de encargarse del guion. Lo cual pudo ser un recurso curioso, llamativo.
En realidad, es el origen de los problemas. Gavilán tiene 12 años y está obsesionado con una chica de un viejo almanaque de gomería. Junto a sus amigos, integra un grupo, cuasi pandilla, que pasa sus días en las calles de El viaducto, el barrio que los cobija.
Es una edad difícil, de muchos cambios e indefiniciones, y la preocupación mayor para ellos es el debut sexual; que por una cosa u otra resulta infructuoso. En el contexto, la explosión e incendio de una fábrica en el barrio le agrega un tono de apuro y extrañeza. El origen de la tristeza tiene una duración corta, poco más de 70 minutos.
Sin embargo, no parecieran quedarle cortos.
A diferencia de la novela, que entreteje historias y anécdotas, la película no cuenta demasiado. Ambas coinciden en plantear más un estado de situación que un relato homogéneo, pero los resultados en el film son diferentes. La voz en off de Ramos en primera persona relatando su niñez como el personaje principal es omnipresente; y ni siquiera hay una adaptación del texto, es el propio Ramos leyendo páginas del libro.
Las imágenes acompañan, pero nunca adquieren fluidez narrativa propia, y resultan una reiteración de lo que dice la voz en off. Es esa voz en off que va captando todo, como en "Casa tomada" de Julio Cortazar. Los diálogos tampoco abundan ni suman, todo se expresa tal como si asistiésemos a una presentación del libro en la que el autor lee párrafos a los presentes.
Falta cohesión, ilación común. Varias escenas son inconexas, lo que, sumado, nuevamente, al relato en off, dificulta el seguir qué sucede. En el elenco sobresalen la naturalidad de los chicos, que deben atravesar varios tramos dramáticos. No siendo actores profesionales, sacan adelante su labor. Germán De Silva nuevamente demuestra todo su talento, su presencia es otro acierto de la propuesta.
Eduardo Pinto se encargó de la fotografía, y se nota la mano del realizador de "Corralón", su trabajo es impecable, con recursos escasos, maneja un juego de tonalidades, colores, aprovecha los campos abiertos, y logra varios cuadros narrativos aún por sobre el trunco guion. Hay errores de continuidad, y algunos elementos que debieron ocultarse.
Todos esto resulta un detalle que pudo no haber hecho en el resultado final. Lo que sí afecta, es la dificultad para seguir una historia simple, para seguir con empatía esta suerte de Cuenta conmigo local, hasta para lograr ubicarnos en época. El origen de la tristeza eligió como adaptación tomar un extracto del texto y trasladarlo tal cual, con imágenes que (sobre) explicaran el texto.
Lo dicho, cada una de las artes tiene un lenguaje diferente, y el de esta película se complica asimilarlo con el cinematográfico.