El mal ajeno

Crítica de Migue Fernández - Cinescondite

Diego es un médico tan acostumbrado a manejar situaciones límite que se ha inmunizado ante el dolor de los demás. Tras un inquietante encuentro en el que le apuntan con una pistola, sólo recuerda el sonido de una detonación y la extraña sensación de haber recibido algo más que un disparo.

La primera impresión que se tiene frente a El Mal Ajeno es que se trata de un episodio largo de Grey’s Anatomy o ER Emergencias. Más allá de la comparación obvia al tratarse de una película sobre un doctor la cual transcurre en su mayoría dentro de un hospital, es la historia la que se va vinculando con el argumento de las series. Hay pasantes a los que se les permite participar de operaciones para que aprendan, hay relaciones entre médicos y también otras que involucran los pacientes, hay poco tiempo para la familia, y conflictos que se desatan cuando los internados estallan, afectando a todos los que los envuelven. En ese contexto es en el que transcurre esta película, abriendo el juego con muchas líneas argumentales que no terminan de desarrollarse.

Tras recibir un disparo por parte de la pareja de una paciente, Diego (Eduardo Noriega) notará que algo en él está cambiando y afecta a los que lo rodean. El, un hombre que ha tenido que volverse inmune al sufrimiento de los otros, luego de esa traumática experiencia encuentra que tiene el poder de sanar a los enfermos. Como una suerte de John Coffey de The Green Mile (Milagros inesperados) absorbe los males de los demás, pero en vez de expulsarlos termina pasándolos a sus familiares. Se busca establecer entonces un dilema moral, ya que se debate entre elegir si salva a millones o si mantiene a su familia con vida, planteo que pierde todo tipo de sentido hacia el final cuando resulta que existía una tercera opción con la que todos ganaban.

Desde el comienzo son muchas las puntas que abre, familiares, laborales, sobrenaturales, tanto del protagonista como de muchos otros personajes. Esto no puede ser considerado como un problema siempre y cuando se logre mantenerlas en marcha, no obstante cuando Oskar Santos se decide a privilegiar uno de los aspectos deja al resto de lado en el olvido. Sucede que en el transcurso de la película el director se decide a armar y desarmar parejas las cuales quedan en la nada porque lo único que acaba importando es el don/maldición que Diego posee. Es por esto también que la película se vuelve densa y repetitiva; hasta que Angie Cepeda literalmente le plantee al protagonista que está en una encrucijada y se desate el conflicto, algo que sucede a la hora y cuarto de película, esta se resumía a Diego comprobando que tiene poderes curativos con distintos pacientes, cada uno con su historia de vida. Esta constante vuelta sobre lo mismo acaba restándole eficacia a un relato que se fundamenta en una improbable disyuntiva ética, a lo que hay que sumar la resolución tímida y simplista por la que se opta, con tanto miedo de elegir una de las ficticias alternativas que se debe inventar otra aún más fantasiosa para quedar satisfechos.