El lobo de Wall Street

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Verdadera leyenda cinéfila, Scorsese dirige desde la década del sesenta y atravesó décadas de cambios en el cine americano y mundial. Cinéfilo feroz y cineasta de particular fuerza visual, su cine tuvo altas y bajas y pasó por diferentes períodos. Como casi todos sus compañeros de generación, filmó películas más personales que otras (aunque no fueran las primeras necesariamente siempre las mejores) y vivió esperando un Oscar que llegó recién con Los infiltrados. En El lobo de Wall Street Scorsese explora un personaje típico de su cine. Jordan Belfort (Leonardo Di Caprio, desde hace tiempo actor fetiche del director) es un corredor de bolsa con ambiciones tan grandes y escrúpulos tan pequeños como el protagonista de Buenos muchachos. Como el Jake La Motta de Toro salvaje, este personaje tomado de la vida real crece, asciende y desciende para reinventarse al final una vez más. De forma algo patética desde el comienzo, pero mucho más aun hacia el final.

El film empieza con la crisis de Belfort. Ya ha logrado sus objetivos, se ha vuelto millonario y ya ha demostrado a todo el mundo y todos los espectadores cuan repugnante puede un ser humano ser. No es que los gángsters de Scorsese fueran personas amables, claro, pero acá el discurso es diferente. Este personaje tan supuestamente encantador es un estafador, un ladrón, pero a su vez hace increíble gala de maldad insolente, prepotencia y mal gusto. Tres horas, nada menos que tres horas le lleva a la película contar algo que en noventa minutos quedaría ya bastante largo. El lobo de Wall Street repite tantas veces las mismas ideas que levantarse media hora y luego regresar, tal vez –no lo intenté- no signifique perderse nada vital para la comprensión de la trama.

No es obligatorio que el protagonista de un film se noble o que nos caiga bien. La inquietud, claro, estará en tener que identificarnos con alguien que nos irrita, nos molesta realmente. El film no es insufrible por eso solamente. En un alarde demagógico que entra en contradicción con todo, Belfort es luego reivindicado con gestos nobles, como si eso significara que algo de todo lo hecho fuera a cambiar. Pero una vez más, no quiero hacer una crítica ideológica porque no sé si por ahí pasan las intenciones del director. Sí insistir en que esta es, por larga distancia, la más aburrida y vacía de las películas de Scorsese. Que se enreda en sus repeticiones y que engolosinada en una estética que ya todos conocemos, hace uno y abuso de cámaras lentas y se monta sobre una gran selección de canciones a fin de cubrir las falencias de la película.

Si bien los géneros tienen estructuras y puntos que se repiten, la cantidad de clichés que acumula El lobo de Wall Street. Qué alguien crea que hay una sola escena cómica en la película me resulta más motivo de asombro que de indignación. Y todas las actuaciones son entre correctas y singularmente malas, como es la de Jonah Hill, un gran actor que acá hace el esfuerzo de componer un papel a fin de buscar algún premio de esos que los que son realmente comediantes no suelen ganar.