El lado luminoso de la vida

Crítica de Ulises Picoli - Función Agotada

Cuando uno se encuentra frente a la galardonada El Lado Luminoso de la Vida (Silver Linings Playbook) no puede dejar de pensar "esto ya lo vi": personajes dañados con problemas psiquiátricos, un humor que cruza a lo dramático, familias alborotadas a reconstruir. La película del director David O. Russell no es una sorpresa, ni tampoco creo que esa sea su intención.

La historia es la de Pat Solitano (Bradley Cooper), que luego de ocho meses en una institución mental regresa a vivir con sus padres. La madre (Jacki Weaver) es una protectora infatigable y el padre, Pat Sr. (Robert De Niro, que demuestra que todavía puede realizar interesantes papeles), un enfermo por su equipo de fútbol americano y las cábalas. El alterado comportamiento de este último al respecto de su equipo The Philapdelphia Eagles es tan profundo como el de su hijo, pero corre con la ventaja de que su locura es socialmente aceptada. La intención de Pat es recuperar a su ex esposa, a la cual no ve desde que la encontró engañándolo con otro. El azar (y no tanto) hará que se tope con Tiffany (Jennifer Lawrence, que al fin confirma la apuesta que Hollywood hizo en ella), viuda de un policía que al igual que él, necesita reparar un vacío.

David O. Russell elige mostrarnos en la primera parte del relato cámaras veloces y diálogos abrumadores para sumergirnos en una inestabilidad a la medida de la cabeza de Pat y su maniática energía. Pat, en medio de su desbordante desahogo verbal y físico (capaz de una cruel sinceridad) choca y se estrella con una Tiffanny que no siente la necesidad de agradar a los demás, al menos no de manera real y profunda. Una pareja a la que los golpes de la vida les permite exteriorizar sus deseos sin culpa, y es por eso que la sociedad los observa para rectificarlos, no hay lugar para ese desprejuicio infantil (suena lógico que el hogar paterno/materno sea nuevamente su refugio). Pero lo que comienza a puro vértigo va fluyendo hacia un relato más tradicional, conjugando superación a través de una actividad (en este caso el baile) y los típicos desencuentros de las comedias románticas. La cámara de Russell abandona el primigenio descontrol a medida que Pat va calmando su ansiosa verborrea, las palabras se convierten en introspección y hasta llegan a resolverse fuera de campo (hay una charla escondida a nosotros). Al igual que sus personajes, el film madura atándose a convenciones de género, dejando de lado el espíritu atravesado y disruptivo. La cuestión es que tanto al comienzo como en su acartonado relato posterior, que en ocasiones roza lo exagerado y el cliché, el film sigue funcionando, principalmente por el despliegue de sus actores.

Uno de los grandes méritos de Russell en El Lado Luminoso de la Vida es mostrar cómo se regulariza en la sociedad para encontrar la "normalidad". Si la resolución final es justa con esa idea originalmente planteada, es algo que cada uno deberá reflexionar en su fuero interno. La otra cuestión destacable es su intención de seguir acompañando a esos héroes de clase popular. Como en El Ganador (The Fighter, 2010), se lanza a recorrer un hogar de clase media baja para exponer asperezas y vitalidad, y que hay que pelearla para salir adelante.