El lado luminoso de la vida

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

Hay muchas razones para ver El lado luminoso de la vida , la película dirigida por David O. Russell. A saber: el film está nominado a ocho premios Oscar, está recibiendo muy buenas críticas desde su estreno mundial en el festival de Toronto y es la única de las películas "importantes" de la temporada que se aleja de las polémicas ( Zero Dark Thirty-La noche más oscura ), los conflictos históricos ( Lincoln , Argo ) y los dramas ( Amour, Una aventura extraordinaria ) y puede ser considerada una comedia. Una comedia dramática que gira en torno a un puñado de personajes atravesados por enfermedades mentales, pero una comedia al fin. Y si todos esos argumentos parecen escasos, hay uno que los supera a todos, el único que debería inclinar la balanza para el espectador en duda: en esta película actúa y vive Jennifer Lawrence. La actriz, de 22 años, arrasa con cada escena en la que participa como un fenómeno de la naturaleza que no parece tener o necesitar ninguna distancia entre ella y su criatura. Así fue con Ree, la adolescente de Lazos de sangre, y así es ahora con Tiffany, la viuda joven que sufre de depresión y lidia con su duelo de maneras bastante autodestructivas. Hasta que se cruza en el camino de Pat, un hombre de salida de una institución mental a la que fue confinado después de atacar brutalmente al amante de su esposa, a la que está convencido (como sólo un paciente con trastorno bipolar puede estar convencido) de que podrá recuperar. De alguna manera de eso se trata El lado luminoso de la vida , de recuperar afectos perdidos y el camino extraviado en el lado oscuro.

En esa cruzada de Tiffany y Pat -interpretado por un notable Bradley Cooper, que logra evitar la caída al transitar la delgada cornisa que implica jugar un personaje maníaco-depresivo-, también participarán los padres de él, despistados, amorosos, preocupados por el retorno al hogar del hijo no tan pródigo.

Allí estará la mamá que defiende a Pat con uñas, dientes y bastante comida sin entenderlo demasiado, una interpretación conmovedora de Jackie Weaver que consigue destacarse a pesar de compartir la mayoría de sus escenas con Robert De Niro, en su mejor papel en años. El actor, que hacía tiempo no trabajaba con un personaje a la altura de su talento, completa un cuarteto protagónico que el director conduce con maestría y que incluye a personajes secundarios como los que interpretan John Ortiz (su hombre al borde de un ataque de nervios es inolvidable), Chris Tucker y Julia Stiles, entre varios otros.

Russell tiene una especial habilidad para lidiar con elencos numerosos y conseguir pequeñas joyas de cada uno de sus integrantes, algo que ya había demostrado en su trabajo anterior, El ganador , otra historia de familias tan amorosas como disfuncionales. Claro que en este caso un guión con cierta tendencia a la cursilería y unas resoluciones en exceso convencionales conspiran en contra del resultado final. Que, de todos modos, es una película entretenida con algunos momentos emocionantes y repleta de vida todo gracias a su brillante elenco.