El laberinto

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

Siempre es difícil volver a vivir

Tema complicado. Película dura. La pérdida de un hijo no es un asunto que nadie quiera vivir y un filme que aborde el tópico será muy raro que se propague por un público masivo. Nicole Kidman debe haberlo sabido perfectamente, pero aún así decidió producir y protagonizar esta película que descubrió a través de un periódico.

Sucedió cuando leía la crítica de la obra teatral que acababa de subir a la cartelera de Broadway en el año 2006. Se interesó y al día siguiente estaba cenando con el dramaturgo después de ver la puesta, y cerrando trato para pasarla de las tablas a la pantalla.

En la película la primera impresión que se tiene es la de estar viendo a una pareja feliz y exitosa, pero con el correr los minutos, comienzan a asomar las grietas producidas por la tragedia familiar que nunca fue ni será mostrada (tal vez una marca procedente del teatro, donde no todo debe ser mostrado en escena).

El matrimonio asiste a terapia de grupo, alimenta otros lazos de familia, conserva rituales de pareja, se refugia en el confort y discute, ocho meses después del accidente, la venta del chalet donde una vez planearon pasar su vida, y hasta la posibilidad de concebir nuevamente.

El suspenso está puesto en no saber cuál será el desenlace de la crisis, si se tiene en cuenta la cantidad de matrimonios que no pudieron superarla.

Pero El laberinto tiene asuntos que no la ayudan. Situaciones que tal vez no fueron resueltas de la mejor manera posible aun dentro de la lógica de la historia contada, y que pueden significar algunas piedras en el camino de los espectadores.
Por ejemplo que una terapia grupal de parejas que perdieron a sus niños no se torne tan deprimente como probablemente lo sea infinidad de veces en la vida real.

También, trabajar la inclusión en el hilo del relato de algunas situaciones a las que si no se las vuelve lo suficientemente creíbles, hacen ruido. Segundo ejemplo: la relación que genera el personaje de Kidman con el adolescente que atropelló a su hijo de cuatro años.

De cualquier modo, una película valiente, digna de ver, con tema y un enfoque que no suele estar en la agenda del cine de exportación norteamericano.