El juego de la fortuna

Crítica de Juan Pablo Ferré - CinemaScope

El gran DT

- Bueno, en realidad Billy Beane no es DT, es Gerente de un equipo de béisbol.
- ¿De qué?
- Béisbol, ese deporte en el que un tipo tira la pelota y otro del bando contrario intenta batearla fuera del estadio. Y si queda adentro, todos corren de acá para allá.
- ¿Y qué hace en la cartelera argentina una película sobre béisbol, si nosotros no cazamos un fulbo de eso?
- Bueno, lo tiene a Brad Pitt en el poster y probablemente esté nominada al Oscar el próximo año. Aparte, es un drama deportivo de superación personal. Tiene chapa para ser premiada.
- ¿Y ganará algo?
- Y... No creo...

El juego de la fortuna es la nueva película de Brad Pitt, basada en una historia real, sobre cómo un hombre cambió la forma de reclutar jugadores para armar equipos de béisbol. Billy Beane (Pitt) es un ex jugador devenido en gerente y "scout" (buscador de promesas, podríamos decir). Su modesto equipo, luego de perder una final contra los poderosos Yankees, queda diezmado porque tres de sus jugadores más importantes dejan la plantilla. La tarea de Beane y su grupo de colaboradores (unos pintorescos viejos que hablan de los posibles reemplazos como si estuvieran en la mesa de un bar) es conseguir nuevos jugadores con poco dinero para mantener un cuadro competitivo. En un intento de negociar con otro gerente por un jugador, Beane conoce a un joven economista (Jonah Hill, el protagonista de Supercool) con una extraña visión del deporte que lo ayudará a reformular el equipo que necesita. Basándose en las teorías del estadista y estudioso del béisbol Bill James, se dedican a analizar científicamente las características de los jugadores para sacar un número absoluto que les dijera quién es mejor y quién es peor, dejando de lado otro tipo de análisis más instintivos o de observación. Como si estuvieran jugando al Gran DT en vez de armando un equipo de verdad.

Billy Beane no soporta ver los partidos en vivo...

El guión de dos pesos pesados como Aaron Sorkin (Red Social) y Steven Zaillian (La Lista de Schindler, Gangster Americano, Pandillas de Nueva York) mantiene el interés del espectador a lo largo de las más de dos horas de metraje, con algunos esporádicos y pequeños gags y con una mayoría de elecciones correctas a la hora de elegir qué contar del libro de Michael Lewis en el que se basaron.

La dirección también corrió por cuenta de un hombre con buenos pergaminos como Benett Miller, director de la aclamada Capote protagonizada por Philip Seymour Hoffman. Y pareciera que el manager de este equipo creativo se maneja como los administradores a los que Beane no se quiso parecer porque lo llenó de nombres famosos: en la dirección de fotografía trabajo el increíble Wally Pfister (El caballero de la noche, El origen, Memento), artista fetiche de Christopher Nolan.

Jonah Hill interpreta al genio de las estadísticas
El elenco está liderado por Brad Pitt, que una vez más cumple con una muy buena labor. Habría que preguntarse si todas esas escenas en las que aparece masticando algún tentempié y haciendo muecas con la boca habrán sido por parecerse al verdadero Beane o si serán algún capricho del director o del propio actor. Otro que cumple con creces su trabajo es Jonah Hill que finalmente aparece en un film en donde no está dedicado a la comedia y, pese a que mantiene su papel de tímido y retraído como en tantos otros largometrajes, logra una performance convincente. Ellos dos protagonizan la gran mayoría de las escenas del filme, pero los acompañan el genial Philip Seymour Hoffman como el entrenador de equipo y Robin Wright como la ex esposa de Beane entre los más conocidos aunque con breves apariciones y un vasto grupo de actores que interpretan a diferentes miembros del equipo, de entre los que se destaca Chris Pratt como Hattenberg, uno de los jugadores elegidos por Beane que el entrenador relega del equipo.

El entrenador y el gerente no se llevan muy bien.
El juego de la fortuna tiene un inconveniente fundamental para un mercado como el argentino que es demasiado grande como para no tenerlo en cuenta: se trata de una película sobre béisbol, un deporte sobre el que el argentino promedio no sabe ni un poco. Tener que escuchar a los protagonistas hablar durante dos horas de cosas que no le son ni siquiera mínimamente familiares puede ser realmente molesto. Tan sólo imaginense estar en la sala de cine y escuchar hablar de "enbasarse", "fildeo" o "hacer base por bolas" y tratar de descifrar de qué diablos están hablando o si hacer esas cosas es bueno o malo. Sin embargo, hay otro problema del filme que tiene que ver directamente con el género: las historias deportivas de superación personal pueden terminar con protagonistas vencedores o vencidos, con campeones o subcampeones, con final feliz o no tanto, pero sí o sí necesitan tener algún tipo de éxito individual o grupal como resultado. Cuando uno ve una historia de estas, está viendo casi siempre la misma, aunque a veces se trate de boxeadores, a veces de futbolistas, a veces de entrenadores o de gerentes, como en este caso.

En conclusión, El juego de la fortuna es una película bien hecha, entretenida, con una historia que merece a duras penas ser contada, con un elenco fuerte y grandes artistas tras las cámaras. Y sin embargo, aunque el combo es insuficiente para lograr un filme inolvidable, el resultado final paga la entrada de cine.