El invierno de los raros

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Un film experimental que retrata a seres incapaces de expresar sentimientos

Si hay algo que define al Nuevo Cine Cordobés -además de su gran capacidad de producción con mínimos recursos- es su diversidad. Hace dos semanas se estrenó en Buenos Aires una desprejuiciada comedia pop, romántica y musical como De caravana . Hace siete días fue el turno de un drama histórico sobre la corrupción política como Hipólito, y hoy se lanzan un documental de observación como Yatasto (en una sala de la Docta) y un film de clara apuesta experimental como El invierno de los raros .

Esta ópera prima de Rodrigo Guerrero propone una estructura coral para narrar las historias (o, mejor dicho, describir los estados de ánimo) de seis personajes (hombres y mujeres, jóvenes y maduros) que deambulan por y se entrecruzan en una pequeña ciudad cordobesa mientras buscan establecer algún tipo de comunicación y, de ser posible, encontrar el amor.

Relaciones entre amigas, entre una madre y una hija, entre seres que están obsesiva y secretamente enamorados de otras personas con la evidente dificultad a la hora de expresar sus sentimientos? De eso trata este film climático, atmosférico, existencialista y por momentos sutil que en su primera parte construye los universos íntimos de sus personajes y en su segunda parte (luego de un editado musical algo abrupto) plantea algunas mínimas definiciones.

Más allá de cierto déjà vu a la hora de repetir algunas líneas de lo que fue el nuevo cine argentino surgido a fines de los años 90 (una propuesta no narrativa, un acercamiento documentalista con mucha cámara en mano y amplio espacio para la improvisación actoral, apuesta por el minimalismo y escasez de diálogos a la hora de describir la angustia y la soledad de sus criaturas), El invierno de los raros presenta a un director seguro de lo que (no) quiere y, también, de los riesgos que corre. Su cine no es fácil de asimilar porque no apela a la gratificación instantánea, pero estamos ante un artista con vuelo propio y una sana búsqueda de la experimentación y del riesgo. Habrá que seguir, entonces, sus próximos pasos.