El infierno

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

¿Casualidad o producto del oportunismo? En un momento en el que el país se encuentra en una cierta obsesión con el asunto del narcotráfico despertado tras el estreno de las series televisivas Escobar: El Patrón del Mal y El Señor de los cielos y todos parecen expertos opinólogos sobre el tema, llega tardíamente a nuestra cartelera un film mexicano del 2011, que precisamente habla del bajo mundo del narcotráfico, y que pertenece a una trilogía no oficial de las cuales sus dos primeras partes no tuvieron estreno de ningún tipo en nuestro país.
Sin embargo, El Infierno mantiene muchísimas diferencias con las nombradas series provenientes de la Cadena Telemundo, y (casi) todas redundan en lo mismo, el tono desprejuiciado y redundante en el humor negro/paródico con el que varios tópicos son tratados.
Al igual que en La ley de Herodes y Un mundo maravilloso (las dos primeras partes), el protagonista es Damián Alcazar, quien esta vez interpreta a “El Benny” García quien al comienzo de la película deja a su familia para probar suerte en los EE.UU.
Se sabe, el sueño americano es prohibitivo para la gran mayoría de los extranjeros que lo intentan, y tras 20 años, “El Benny” regresa, exportado, a México para darse cuenta que las cosas estan mucho peor de cuando él se fue. Su hermano menor se metió con el narcotráfico y acabó muerto, y él buscará una vida mejor para sí mismo y su madre pero le será imposible, recayendo también en peligros de toda clase relacionándose con pandillas.
El director Luis estrada hace uso de varios elementos para retratar la peligrosidad de un sector muy importante de su país, pero siempre teniendo como primera medida el realizar un film llevadero, que simula ser a gran escala.
Estrada mezcla una violencia bastante extrema con toques de humor irónico y otros pretendidamente patéticos, algo similar a lo que solís hacer Guy Ritchie en sus primeros pero sin ese frenesí de cámara del que abusa el británico.
Cada sector, cada clase social, será digna de un estilo y una fotografía especial, denotando lo sucio, lo peligroso, y lo oscuro; eso sumará a la hora de instalar una idea en el espectador.
Las interpretaciones, con Alcazar a la cabeza son de desempeño correcto, aunque en ciertos tramos los diálogos se apropien de cierto argot propio que no será de fácil entendimiento para la platea normal argentina.
Como suele suceder en este tipo de productos, hay una excesiva utilización de lugares comunes y prototipos, lo cual terminará afectando negativamente el resultado final. Varios personajes son unilaterales y cumplen con lo que “todos pensamos que son” los personajes que se dedican a ese tipo de asuntos. Esto le resta brío y credibilidad.
El infierno es un film irregular, que se anima a alguna crítica a las políticas y el trato que el país del norte aplica contra ellos (y toda Latinoamérica), que busca en la parodia alguna toma de conciencia, pero que en un punto, en su carga violenta y en sus obviedades remarcadas condesciende con la mirada que “el imperialismo” pretende marcar sobre ese país al que históricamente quiere dominar. Una mirada más audaz hubiese apuntalado muchísimo los resultados.