El hombre de al lado

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Sarcástica, inteligente, brillantemente actuada, dotada de altos valores estéticos y fundamentalmente entretenida de principio a fin, El hombre de al lado escapa a los formatos del cine argentino más reciente. Despegada de abúlicas pretensiones intelectuales, búsquedas alegóricas y realismos costumbristas, este film de Mariano Cohn y Gastón Duprat es una suerte de comedia negra, corrosiva pero sumamente disfrutable y a la vez reflexiva. La dupla, que ha sido capaz de plasmar ciclos televisivos de indudable creatividad además de fundar y dirigir el canal Ciudad abierta, arribó luego a un atrayente film de entrevistas como Yo Presidente. Con El Artista abrieron un camino en el cine argumental sin dejar de lado el documental, retratando el mundo de las exposiciones y el comercio de obras de arte con sátira y desenfado. Ese mismo espíritu descolla en su nueva película, completamente dedicada a una historia de ficción, que presenta un conflicto vecinal entre un diseñador industrial prestigioso y soberbio y un prepotente buscavidas que decide hacer un agujero en la medianera para instalar una ventana. Una trama sencilla y a la vez compleja, resignificada a cada momento por inesperadas vueltas de tuerca. Porque uno de los valores más interesantes de El hombre de al lado es su escasa previsibilidad, lo que resulta más beneficioso aún teniendo en cuenta la existencia de films previos y afines como El inquilino de John Schlesinger y comedias cáusticas como Qué pasa Bob de Frank Oz o Vecinos de John G. Avildsen.
El marco estético de un edificio diseñado por Le Corbusier se suma a planos de notable audacia expresiva en los que los rostros de los intérpretes pueden aparecer ocultos o fragmentados, entre otros toques innovadores de la puesta en escena. Algunas situaciones levemente remarcadas sobre el funcionamiento familiar del dueño de casa y un atraco no demasiado convincente no desmerecen una pieza brillante y provocadora, sustentada por un elenco en el que las estupendas caracterizaciones de Rafael Spregelburd y Daniel Aráoz resultan imperdibles.