El hombre de acero

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

El cine de superhéroes, qué duda cabe, es una de las dos joyas de la corona del Hollywood actual (la otra es el cine de animación). En el de superhéroes, además, las marcas preexisten: son los personajes de los cómics. Y pueden ser llevados al cine, relanzados muchas veces, combinados: si algo no funciona hay un "nuevo Hulk", un "nuevo Superman". Esta entrega de Superman, es obvio, va a sobrevivir en forma de continuaciones y con éxito. Pero no por ser una película perfecta sino por ser una película astuta. El hombre de acero de Zack Snyder (y no se puede obviar el nombre del guionista y productor, Christopher Nolan) tiene varios grandes momentos, excelentes, pero decide no apostar a la grandeza (estaba ahí, al alcance de una mayor determinación o de caminos menos demagógicos) sino a la supervivencia. Veamos.

El protagonista, o sea Clark Kent/Kal-El/Superman, está interpretado por un actor lindo y musculoso, con gran mandíbula. Un adonis ancho, que al menos por ahora (Schwarzenegger se convirtió con el tiempo en un muy buen actor) no es apto para cargar él solo con una película de estas dimensiones, por más espalda que tenga. La astucia de la película es rodearlo con varios actores y actrices de especial brillo, presencia, talento, belleza más perdurable. No todos los elogios antedichos se aplican por igual a estos nombres que siguen, pero Kevin Costner, Amy Adams, Diane Lane y Russell Crowe están a otro nivel. Costner, en pocos minutos, eleva la película emocionalmente. Él y Crowe son los responsables de plantear el tema que podría haber cohesionado los elementos de la película y que no terminan de amalgamarse: las relaciones padre-hijo. Cuando aparecen esos dos actores inmensos, que hacen todo fácil, El Hombre de Acero trata de eso que ellos interpretan. De la misma manera, cada vez que aparece Amy Adams El Hombre de Acero es una película de amor y deseo.

Al ser "la primera de la serie", esta "Superman" (así se la va a llamar por más hombre de acero que le pongan) tiene ese aspecto de trailer megagigante, o de parte de algo mayor, no del todo conclusiva y con varias explicaciones y demasiada forma de prólogo. Sin embargo, el prólogo de esta película es sólido, un buen mediometraje de ciencia ficción y fantasía, con imaginación para el uso de los efectos, contundencia narrativa, velocidad. Luego la película procede con enormes elipsis, lo que por un lado refuerza esa sensación de tráiler gigante, pero por otro permite notables avances y cambios de tiempo y lugar muy estimulantes (hay uno especialmente bueno, el de "ok, tenés nuestra atención").

Fotográficamente muy poco pop, con colores hasta ásperos, El Hombre de Acero tiene en la música de Hans Zimmer su aspecto más previsible, con la atronadora sobriedad que frecuenta últimamente el músico nacido en Alemania en sus colaboraciones con Nolan. De Alemania viene también Antje Traue, la espectacular villana que pelea en la mejor batalla de la película, la de Smallville: perfecto diseño espacial, novedosa intensidad mediante el poderío y el movimiento que permiten los efectos, comprensión de móviles y acciones. Luego, la batalla final -deudora de la de Los Vengadores -tiene dos etapas. La fragmentación espacial de la primera y su falta de claridad diluyen la fuerza del relato. La segunda etapa, "la pelea final", si bien espectacular, es excesivamente larga y los movimientos van perdiendo sentido. El segmento final pausa el desarrollo de los personajes, y así la película termina bastante quieta a pesar de tanto movimiento y de sus numerosos méritos previos.