El hombre de acero

Crítica de Javier Luzi - CineramaPlus+

Superman es-tadounidense

En el mundo de los cómics Marvel se caracterizó por construir a los superhéroes con una complejidad y un costado de oscuridad y duda, más cercanos a los débiles seres humanos, que los puso siempre por encima, paradójicamente, de aquellos más mitológicos, invencibles y unidimensionales que constituían el universo DC. Lo que se potenció en las traslaciones cinematográficas que de un tiempo a esta parte no nos dan respiro y ocupan gran parte de los estrenos anuales. Esta afirmación se sostuvo (en lo que a DC respecta) hasta la renovación de Batman por Christopher Nolan que aportó un héroe sumergido casi en la locura de sus mismos enemigos, un freak que empujó los límites admisibles de la moralidad en El caballero de la noche.

Ahora le llegó el turno al superhéroe más icónico: Superman, luego de una fallida reaparición en Superman regresa dirigida por Bryan Singer. El hombre de acero, en manos de Zack Snyder (300, Watchmen), nos trae un entretenimiento actualizado con los efectos de última generación y una actualización del personaje atento a la tendencia y sensibilidad de estos tiempos. Una superproducción en 3D con un elenco de grandes nombres que incluyen a Crowe, Costner, Lane, Adams, Fishburne acompañando al casi novato y trabajado Henry Cavill.

Kal-el, que se supone el único sobreviviente de Kryptón, es enviado a la Tierra por sus padres para salvarse y salvar un códice con información vital para un futuro kriptoniano. Elemento determinante que finalmente traerá hasta nuestro planeta en su búsqueda a otros supervivientes, -unos levantiscos alzados contra el gobierno central-, para definir, en esa batalla final, la identidad del protagonista (Clark Kent-Superman).

La reactualización del héroe se posiciona en tres puntos: el hiperrealismo, la fundamentación religiosa y la ecuación que iguala humanidad con ciudadanía estadounidense.

Como la historia es conocida, la representación es la que deberá atrapar al espectador y realmente lo logra al imbricar forma y contenido. Recurriendo a toques de autoconciencia y construyendo escenas de acción de un nivel de violencia y destrucción sorprendentes (Smallville y Metrópolis se verán azotadas por fuerzas sobrehumanas que no dejarán nada en pie), requeridas tanto como festejadas por el público actual. Y que jugarán con las imágenes que el inconsciente colectivo adquirió desde el 11-S.

Este Superman (seguramente a partir del guión de Goyer y de Nolan, que también es productor) se mueve entre Jesús y Hamlet. Un enviado del cielo que puede más que los hombres mientras la sombra de su padre se le presenta para ayudarlo a entender su origen y su misión. Las alusiones crísticas se suceden con continuidad permitiendo una fundación mítico-religiosa: del intenso y extenso prólogo en Kriptón se continúa con la escena del joven Kent en un barco pesquero, en uno de sus tantos peregrinajes en búsqueda de su identidad. Clara referencia que podremos sumar al Padre ejemplar in absentia o a la Madre siempre presente y abnegada, a los 33 años que dice tener en su primera aparición pública, que lo muestra como un prisionero encarcelado pero en verdad es parte de su plan decisorio para entregarse como cordero redentor y salvar a la humanidad. Siempre en función espejada de Cristo (Dios encarnado en hombre), hasta cuando actúa el reverso: la concepción divina frente a la concepción natural que esta película se encarga de explicitar.

Superman, un alien entre los hombres, un extra-terrestre que, igualmente, ha vivido toda su vida en la Tierra y ha adoptado sus costumbres y modos, deberá elegir qué quiere ser. La duda (hamletiana) lo lleva lejos de su hogar, lo frena, hace que abandone a sus seres queridos, transite su enorme soledad y postergue la toma de decisión que será la clave final de la construcción del héroe y de la película en sí. La verdad es que Superman no elige su lado humano por sobre su naturaleza no terrestre, lo que elige es firmar su acta de nacimiento estadounidense. El chiste sobre un hombre que creció en Kansas está más cerca del vaquero de Reagan/Bush que de El mago de Oz. Y en esa alianza uno puede volver a observar la necesidad pavorosa de un pueblo que sólo ve como salida para sus problemas (reales y simbólicos) la intervención (ficticia) de sus superhéroes.

El hombre de acero es un filme entretenido que permite pensar que la revisitación será productiva y no sólo por la ya anunciada continuación de la saga.