El hilo rojo

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Aun en el siglo XXI, es inevitable seguir pensando si de verdad existe el destino. En caso de que la respuesta sea afirmativa, ¿es posible que dos personas puedan estar ligadas, sin importar los obstáculos ni los dilemas que eso pueda acarrear? Ese es el terreno por el que transita El Hilo Rojo.

Manuel (Benjamín Vicuña) y Abril (María Eugenia Suárez) se conocen durante un vuelo a España. Él es un tímido aspirante a enólogo; ella, una joven azafata. La atracción entre ambos es inevitable y terminan a los besos. Pero al llegar al aeropuerto español, se separan y no vuelven a verse… hasta varios años más tarde. Ahora Manuel es un reconocido especialista en vinos, casado con Laura (Guillermina Valdés) y padre de la hija de ambos. Por su parte, Abril tiene una hija que va a jardín de infantes y está de novia con Bruno (Hugo Silva), un músico y productor discográfico. Manuel y Abril coinciden en un viaje a Cartagena, Colombia, donde la relación volverá a empezar, y con fuerza y pasión. Lejos de poder disfrutarlo del todo, deberán lidiar con conflictos íntimos, ya que no quieren abandonar sus respectivas familias. Eso no impide que el fuego que los une deje de crecer.

El éxito para toda película de estas características reside principalmente en la química entre la pareja protagónica. Y ahí es donde no falla. Como en Abzurdah (también dirigida por Daniela Goggi), María Eugenia Suárez cautiva con su sola presencia y es el espíritu del largometraje. Su belleza, sus movimientos, sus diálogos, su sensualidad natural, su talento como actriz, hacen que cada una de sus apariciones valga la pena y le dan cuerpo a esa muchacha y sus sentimientos. Benjamín Vicuña también hace creíble a un personaje de perfil bajo, pero dispuesto a dejarse llevar por sus deseos. Las escenas que comparten le dan forma a un drama romántico con pocas pero buenas dosis de erotismo, donde el desempeño actoral genera todavía más excitación que la cantidad de piel mostrada en pantalla. El film tampoco incurre en juicios, de manera que no toma partido ni por uno ni por otro, y evita los lugares comunes de las historias de infidelidades.

Daniela Goggi vuelve a demostrar que tiene un muy buen manejo de los momentos tiernos, lacrimógenos y ardientes, que acompaña con un timing y un estilo visual propio de las producciones independientes y series que llegan de los Estados Unidos. Se nota en las secuencias ambientadas en Cartagena, donde sabe utilizar las locaciones sin caer en el exotismo for export. Si bien les saca el jugo a los protagonistas, la directora desaprovecha al español Hugo Silva y no explota lo suficiente a Guillermina Valdés, aunque se las arregla para permitir el lucimiento de Leticia Siciliani como la amiga azafata de Abril.

A El Hilo Rojo se le pueden objetar cuestiones y detalles (sobre todo, en cuanto al guión), pero lo primero que tiene que funcionar, funciona, y deja pensando en cómo muchas historias de amor no siempre son cómodas e ideales.