El hilo rojo

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Drama romántico de buena factura, pero no siempre creíble

Una azafata y un pasajero asustado sufren lo que se llamaría un levante interruptus. Siete años más tarde (bíblico tiempo de espera) se reencuentran. El lugar es idílico, la ocasión es propicia, y, para mayor efecto, una vieja turca les cuenta una leyenda china según la cual ellos están unidos por un imaginario hilo rojo imposible de romper. El problema es que a esa altura cada uno ya formó su familia: cónyuge, descendencia, hogar cálido, pan y cebolla.

¿Conviene concretar ciertas fantasías? ¿Por qué no? ¿Son cosas del destino? Es una buena excusa. ¿Pero después conviene insistir en el asunto? Ahí vienen los problemas: cuarenta y tres días más tarde (la famosa cuarentena) los amantes de esa ocasión celestial volverán a encontrarse, pero no estarán solos ni en lugar propicio. El riesgo es grande, la ansiedad también. El tono luminoso de la primera parte se va oscureciendo. Las lluvias pueden significar cosas muy distintas. La música crece, como si fuera el final de la primera temporada de una novela muy bien hecha. ¿Qué resolución habrán elegido los responsables de este drama romántico?

La mayor responsable es Daniela Goggi, directora y coguionista junto a dos de sus productores, Alejandro Montiel y Mili Roque Pitt. Y la principal figura (que luce su figurita) es la China Suárez, vale decir, vuelve el mismo cuarteto de "Abzurdah". Ahora con Benjamín Vicuña, actor, coproductor y propulsor de la idea original, Guillermina Valdez y el español Hugo Silva como los cónyuges afectados, Leticia Siciliani en rol de simpática cómplice, Cartagena de Indias con el mar azul, Vicente López frente al ancho y turbio río, fotografía de Sol Lopatin, dirección de arte de Graciela Oderigo, que dispone bolsos rojos junto al título en rojo de la película, etc., todo perversamente bien cuidado. Un cine comercial de factura casi impecable.

Pero, es cierto, esto pudo haber sido mejor. Falta un mayor proceso emotivo, hay cositas agarradas de los pelos (por ejemplo, ¿cómo pudo tomar "esas fotos" la esposa del bodeguero?) y otras manchas que desmerecen el relato. Si el público las deja pasar, ésa será la medida de la seducción que la película logre entre la audiencia.