El hijo perfecto

Crítica de Diego Serlin - Todo lo ve

"El hijo perfecto" -traducción local que desorienta al referirse en realidad a hijas mujeres- resulta un interesante y cautivador film que aborda, desde la mirada de una niña, un drama familiar narrado con calidez, profundidad y sutiles dosis de humor.

La directora sueca Sanna Lenken incursiona en el largometraje con este film que logra cautivar al espectador principalmente por las grandes actuaciones de sus protagonistas y un tratamiento narrativo que evita caer en la monotonía del sermón o la disertación basada en el lenguaje oral, y da curso a un relato en el que el espectador puede experimentar, en varios de sus pasajes, una doble sensación de ternura y congoja ante una historia cuyos protagonistas experimentaran la admiración, celos, amor y traición derivados de sus propios procesos de maduración así como afrontar una enfermedad muy común en la adolescencia como los desórdenes alimenticios.

Stella -interpretada magistralmente por Rebecka Josephson- es una niña ingresando en la adolescencia que vive a la sombra de su hermana mayor Katja -Amy Diamond, toda una estrella del pop en Escandinavia-, una talentosa y hermosa patinadora a la que sus padres veneran, y en su admiración y afán por conseguir su atención descubre que su hermana mayor y modelo a seguir Katja esconde un trastorno alimenticio.

Stella se ve obligada, por su hermana mayor, a mantener el secreto y se ve arrastrada a un círculo vicioso entre la mentira y la manipulación hasta que finalmente se quiebra y decide hablar dando luz a la verdad, transformándose así en pilar fundamental para comenzar la reconstrucción familiar.

La historia se contextualiza entre el ámbito familiar y el educativo, tanto colegial como extraescolar, y el relato va develando los diferentes estratos del proceso sentimental por los que pasan sus protagonistas, donde el juego, la admiración, crueldad e intolerancia se entremezclan para configurar su verdadera identidad y capacidad para mostrarse ante el mundo.

Las estupendas interpretaciones no sólo transmitan espontaneidad sino que se convierten en los cimientos estructurales de este film cuyo principal acierto radica en que el conflicto central no será el trastorno alimenticio de Katja -Amy Deasimont-, sino cómo afecta esta situación a la configuración de la incipiente personalidad adulta de Stella -Rebecka Josephson-, la verdadera protagonista de la película.

El film también replantea temas actuales como la obsesión por el cuerpo y el grado de responsabilidad de las instituciones y la familia en cuanto a estimulación, motivaciones y modelo de conducta que no siempre terminan repercutiendo de la manera deseada.

Un hallazgo de la producción sueca que cautiva al espectador de comienzo a fin y lo invita a reflexionar invadidos por una rara sensación de amargura y ternura a la vez.