El gran secuestro de Mr. Heineken

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Radiografía de un célebre secuestro

Otra historia de secuestros en la cartelera porteña. Esta vez, la del empresario cervecero Alfred Heineken y su chofer Ab Doderer en noviembre de 1983 en pleno Amsterdam, un golpe curiosamente realizado por cinco amateurs que así obtuvieron una auténtica fortuna de 35 millones de florines (al cambio de entonces, 10 millones de dólares)... y algo más.

El comienzo los pinta rápidamente. Cinco amigos dedicados a la construcción, venidos abajo por la recesión y las malas inversiones en caballos de carrera y en un edificio degradado por los okupas, al no obtener un crédito bancario por las buenas deciden cambiar de rubro y se llevan la plata por las malas. Muy prometedora, la persecución policial por calles y canales.

Para alcanzar la plena estabilidad económica, deciden secuestrar al magnate. A partir de allí se enfrentan dos cerebros: el jefe del grupo, que encarna Jim Sturgess, y el hombre acostumbrado a mandar mucha gente y negociar con calma. Y como a este último lo interpreta Sir Anthony Hopkins, cada una de sus escenas tiene un sabor especial. Las otras escenas, aunque bien hechas, son un poquito más previsibles, al menos para quienes conocen el género. El director Daniel Alfredson ("Millenium" 2 y 3, y la serie consecuente) sigue en su mayor parte el modelo del viejo cine policial británico, como puede advertirse por la forma narrativa, los condimentos, el camino hacia la moraleja y hasta los intérpretes, que son ingleses aunque sus personajes sean todos holandeses. Una versión holandesa de este mismo hecho fue vista pocos meses atrás por cable: "De Heineken ontvoering", con Rutger Hauer y Gijs Naber bajo dirección de Maarten Treurniet, el mismo que en marzo trajo a Pantalla Pinamar "Las mujeres guerreras de Haarlem".

La película que ahora vemos tiene una elección interesante: muestra solo el accionar de los secuestradores, lo que a cierta altura pinta mejor la paranoia y desconfianza mutua que empiezan a tener. En contra, le falta un toquecito de humor, algo que su modelo supo practicar de manera distinguida. Le falta también, en los créditos finales, un dato de color subtropical: Frans Meijer, uno de los cómplices, al ser arrestado como sospechoso fingió amnesia, habló de plata repartida entre los pobres, escapó y terminó en Paraguay, con palacete, autazo japonés, esposa y tres hijos. Lo extraditó Interpol, pero dicen que volvió con otro nombre. En Holanda no está, y la plata no aparece.