El fútbol o yo

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Vehículo para la explotación de una pareja protagónica que ya dio buenos resultados de público, El Futbol o Yo apela al costumbrismo para zigzaguear entre la comedia y el drama de una pareja en crisis por un factor externo que se asemeja bien autóctono.
El cine argentino industrial y popular debería tener un apartado especial titulado como “comedias de y con Adrián Suar”, cuando ve su cara y nombre en un afiche, ya podríamos tener una idea de hacia dónde va a ir encaminada la cosa.
Una pareja de desiguales, cada uno representando un estereotipo – se supone cercano – distinto, un conflicto entre ambos (o el llamado del amor, sin más), y el borde permanente entre la comicidad y el drama todo en un tono absolutamente costumbrista muy similar a lo que le vemos producir en el ámbito televisivo.
Se podría hablar de una apuesta segura, que a decir verdad, muy pocas le falló a nivel de taquilla. Cambian las contrapartes femeninas (no así tanto el tipo de personajes), los secundarios, los directores, o los guionistas; pero hay cosas que se mantienen firmes como rulo de estatua; Suar, la pareja en el centro de la escena, y el costumbrismo quizás menos barrial que en la TV. El fútbol o yo es otra muestra más, otro capítulo, de ese estilo.
Aquí Suar es Pedro, gerente del área de reclamos y atención al cliente de una empresa de medicina prepaga, cuarentón, casado con dos hijas adolescentes, e hincha fanático del fútbol. Sí, Pedro es hincha de Argentinos Juniors, pero en realidad es fanático del fútbol y toda la mística que lo rodea.
Su vida gira en torno al fútbol. Se ve cuanto partido se televise; colecciona camisetas y otros souvenirs; va a la cancha a ver cualquier partido,; habla permanentemente como si estuviese en una tribuna (o lo que Suar y los suyos entienden por estar en una tribuna); y no hay nada, pero nada, que se interponga entre el fútbol y él, sí, inclusive su esposa Verónica (Julieta Diaz).
A Verónica los cuarenta la atropellaron, y ya no quiere esa vida para ella, quiere un matrimonio que funcione entre dos, con un marido que le preste más atención que a una pelota.
Este es rasgos generales el conflicto que presenta El fútbol o yo, dirigida por un experto en este tipo de películas como Marcos Carnevale. Un conflicto que podríamos estructurar en dos partes, una primera media hora en la que nos presenta a Pedro y su excesivo fanatismo y una Verónica permanentemente a los gritos, sentenciosa; y otro tramo en el que se produzca el necesario quiebre, con Pedro intentando entrar en razón, y una Verónica permanentemente a los gritos, sentenciosa.
Efectivamente, para El fútbol o yo, las mujeres pasan los cuarenta años y viven al borde de un ataque de nervios o sobreactuación. Más allá de no generar empatía por pertenecer a una clase social muy bien acomodada e irreal, de no poseer personajes con carisma, o de generar escenas con buena disposición, lo que más salta a la luz en el E fútbol o yo, es su idea del rol de la mujer en un matrimonio… digamos algo anticuada.
El guion con autoría de los propios Carnevale y Suar no tiene progreso dramático más allá del quiebre mencionado y obvio, no aprovecha a los personajes secundarios sin vida propia ni verdadera gracia, y se estructura a la suerte de viñetas en la vida de este fanático y sus intentos y tropiezos.
Toma ideas de películas varias que pueden ir desde El Regalo Prometido a la más obvia Pitch Perfect. Tampoco falta talento actoral, Julieta Diaz, Peto Menahen, Federico D’Elia, Alfredo Casero, Rafael Spregelburd, Dalia Guttman, Julieta Vallina, o Miriam Odorico, todos demostraron en otras oportunidades grandes interpretaciones en el plano de la comedia, y poder pasar al drama sin ningún esfuerzo; pero aquí o no tienen espacio, o están decididamente mal.
A Julieta Diaz más de una vez se la vio en roles alterados, y siempre los manejó bien; pero Verónica parece ser un caso perdido. Es un personaje molesto, enojado, quizás con razón, pero excesivo, y al que encima, la historia le dedica un rol femenino secundario, relegado frente a su esposo que es el que lleva las riendas.
De Carnevale no hay mucho que agregar, a lo largo de su filmografía se especializó en este tipo de películas que buscan la emotividad a presión, y su forma de filmar su bien es cuasi televisiva parece funcionar con un público que no busca mayores exigencias.
El fútbol o yo no presenta nada nuevo, no genera sorpresas dentro de lo que nos tiene acostumbrado su protagonista y su director; pero determinadas características en su historia, y el pobre desarrollo de la misma la ubican aún varios escalones debajo de esa media.