El espejo de los otros

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

A Marcos Carnevale le gustan los personajes que se desmarcan. Los distintos, heridos, engañados, inconformistas, con alguna pincelada de desolación, pero siempre vitales. Los contextualiza en en una atmósfera de comedia y drama, y los describe con humor y profunda compasión y empatía. Así lo hizo en su primera película, “Almejas y mejillones”, y continuó con “Elsa y Fred”, que tuvo su versión en Hollywood. “Anita”, “Viudas” y “Corazón de León”, cuya remake se filma en Francia, siguieron en esa línea. Y es coherente en “El espejo de los otros”, donde, además, sugiere que los lazos con sus actores trascienden de lo profesional a lo personal al convocar a algunos artistas que lo acompañan desde el comienzo de su carrera como director.

???Si antes se concentró en historias más costumbristas y cercanas, en los cuatro episodios de “El espejo?” se interna en un ambiente surrealista, desde el espacio escenográfico magistralmente resuelto, hasta el tipo de relación que entablan algunos personajes. Son cuatro segmentos independientes unidos por el hecho de que transcurren en un restaurante extravagante, sofisticado y algo decadente que funciona en una catedral en ruinas, dirigido por dos hermanos igualmente excéntricos.

???Son cuatro historias unidas por la idea del fin de un ciclo: los negocios turbios y la corrupción de las relaciones fraternas, el amor y la pérdida. No hay en este caso la frescura de filmes anteriores, sí ironía, aunque una ironía por momentos oscura. Pero no es para sorprenderse. Ya lo dijo Carnevale, la vida no suele ser una fiesta en continuado. Y ahora vuelve a mostrarlo con una fuerte impronta teatral e introspectiva, en este trabajo que enfoca con lupa los altibajos que supone vivir.