El encanto del erizo

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

Instrucciones para aprender a sobrevivir la existencia

Tres personajes disímiles crean una nueva familia

Paloma es una niña de 11 años, hija de una familia aristocrática, cuyo padre es un insípido ministro de gobierno, su madre una superficial dama de sociedad y su hermana adolescente alguien que sólo se preocupa por su apariencia externa. Paloma, pues, es la "oveja negra" de esa familia y posee una mirada nihilista de la sociedad, crítica en cuanto al comportamiento de sus parientes y una actitud anarquista.

La chica promete suicidarse cuando cumpla 12 años, y para ello desea dejar un testimonio de su visión de la humanidad registrado en una pequeña cámara con la que filma afanosamente todo su superficial micromundo. Nada parece alterar la existencia de esa joven hasta que toma contacto con Renée, la hosca, solitaria y austera portera de su edificio. Esta, sin embargo, posee una gran belleza interior, ama la literatura y el cine japonés y no tardará en comprender la angustia de Paloma a través de sus cada vez más profundos diálogos y de los paseos por las calles del barrio.

La directora Mona Achache logró, sobre la base de estos personajes, un relato alejado del simple melodrama, que muestra la necesidad de estar siempre acompañados por alguien que pueda comprender las angustias y las sorpresas del otro. La tragedia, sin embargo, no estará ausente en torno de ellos quienes, sin embargo, ya habían aprendido la lección de transitar la vida con la simplicidad de lo que ofrece el destino.

La realizadora supo elegir con enorme cuidado a su elenco, y así Garance Le Guillermic como Paloma; Josiane Balasko como Renée y Togo Igawa como Ozu (el inquilino japonés que se muda al edificio y recrea los detalles de su patria en su departamento), supieron imprimir credibilidad a cada uno de sus mínimos actos.