El emperador de Paris

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

El francés Jean-François Richet dirigió y escribió este extraordinario recorrido por una convulsionada ciudad de París durante el gobierno de Napoleón Bonaparte. Un sólido guión y una reconstrucción histórica lograda con el diseño de arte y sobre todo de posproducción, y una dirección de fotografía detallista hasta la obsesión, sostienen con firmeza este relato que transcurre en su mayor parte en los bajos fondos de la ciudad, en escenas generalmente nocturnas e iluminadas con velas.

   Allí llega François Vidocq, un ex soldado napoleónico que fue acusado de un crimen nunca comprobado. Vidocq, interpretado por Vincent Cassel, es además una figura célebre entre los delincuentes, una fama adquirida por su capacidad para huir de prisión.

   Nuevamente Vidocq escapa de una cárcel en alguna colonia francesa y llega a París con un objetivo claro: obtener una amnistía colaborando con las autoridades en la captura de los delincuentes más buscados. Eso le vale el doble rango de héroe y soplón y el enfrentamiento con el otro aspirante a emperador de París. Richet muestra sólo lo necesario los salones del poder, su burocracia, su ineficiencia y sus mezquindades, y prefiere enfocar las pequeñas glorias y miserias de una sociedad en plena transformación.