El discurso del rey

Crítica de Pablo Planovsky - El Ojo Dorado

El inicio de la amistad.

El discurso del rey es una película de estilo "clásico" que no es lo mismo que decir que la película es un clásico. En todo caso, esto último lo afirmará (o no) el paso del tiempo. Es la historia sobre el rey George VI y su incapacidad para hablar en público. Pero más que una película sobre el liderazgo y la valentía, es sobre la amistad. En este caso, detrás de un gran rey, hay un gran compañero.
Colin Firth es quien deberá dar el discurso del título. No es una tarea fácil: el mundo está por sumirse en la Segunda Guerra Mundial y necesita escuchar la voz que dará la confianza y el coraje para emprender otra época oscura y violenta. Sus oyentes no son sólo los habitantes del Reino Unido, sino de todo el mundo. Y principalmente, de Alemania. Pero Bertie (como le dice su psicólogo) es tartamudo y es incapaz de hablar en público. El inicio de la película lo deja claro: frente a un gran auditorio en Wembley, apenas puede leer parte de una ceremonia de inauguración. Y ni siquiera es rey: es el Duque de York. Pero sus silencios son eternos. Su mujer lo mira desconsolada, con lágrimas en los ojos, y el público baja la vista decepcionado. Nadie tiene demasiada confianza en él. Su padre, cuyos métodos no son los mejores, lo insta a perder los miedos hasta que resignado, le dice: "Si tu hermano no se hace cargo de sus deberes... ¿Quién se va a parar frente a las botas de Alemania y el abismo del proletariado? ¿Tú?".
Edward VIII (interpretado por Guy Pearce) es el heredero directo al trono. Pero parece tener otra cosa en la cabeza: Wallis Simpson, la americana dos veces divorciada. Está enamorado, pero si asume como rey, al ser la cabeza de la Iglesia Católica, no se puede casar con una mujer divorciada. Edward VIII será recordado románticamente como el rey que abdicó por amor, pero la película sugiere que además de amor, había mucha irresponsabilidad. Bertie presiente lo que acontecerá y el miedo lo apabulla. Quiere evitar lo inevitable.
Su mujer, la reina Elizabeth (Helena Bonham Carter sin el maquillaje ni el CGI de su marido Tim Burton) es la primera persona en ayudarlo. Los logopedas no parecen ayudar a su estresado marido, que para colmo, tiene un temperamento muy malo. La situación queda muy clara: ella es quien enciende la chispa de Bertie, quien lo ayuda a calmarse, y la persona de mayor confianza para el Duque. Así lo convence para visitar a un nuevo doctor: Lionel Logue. Alguien cuyos métodos son poco ortodoxos y controversiales.
Lionel Logue está interpretado magníficamente por Geoffrey Rush, quien no va a ganar el Oscar porque ya lo ha ganado, pero no estaría mal si se repite su triunfo. Logue es el nexo emocional más fuerte con el espectador, y aunque el título de la película mencione al rey, él es quien lo hace posible. Como todo buen terapeuta, sabe que no alcanza sólo con arreglar la parte "mecánica" del problema. Hay que ir ahondar más en la cabeza del paciente. Pero Bertie se resiste. Hay cosas allí que no son fáciles de contar.
La dirección de arte (podemos contar otro Oscar) se las ingenia no sólo para crear lugares inolvidables, como el consultorio de Logue, sino también para recrear los lujosos y suntuosos palacios de la realeza británica. Pero ese no es el mayor logro: lo mejor es una simple pared. En el consultorio de Lionel, detrás de Bertie, hay una pared descascarada. La cámara enfoca la situación de tal manera que pareciera que el paciente trata de escapar del encuadre. El resto queda rellenado por esos viejos tapices. Son una excelente metáfora de la cabeza del rey: con muchas capas, perturbada. El trabajo de fotografía acá pasa más por el uso de las lentes (caras alargadas, corredores que se hacen exageradamente angostos) y el encuadre que por el trabajo con los colores. A decir verdad, es una paleta monocromática, que recuerda a las películas europeas de bajo presupuesto. De esas que cuando las dan por TV, aunque subamos el contraste al ciento por ciento, siguen siendo frías y apagadas. Ambos trabajos tratan de plasmar en imágenes lo que sucede en la cabeza real.
Las sesiones en el consultorio son uno de los puntos más altos del film, con diálogos realmente ingenioso. Aquí una reproducción de uno de los diálogos:

Bertie saca una lata de cigarrillos.

Logue:
- Por favor, no haga eso. Creo que aspirar humo a sus pulmones lo mataría-

Bertie:
- Mis terapeutas dicen que ayuda a relajar mi garganta-

Logue:
- Son idiotas-

Bertie:
-Todos son Caballeros-

Logue:
- Lo hace oficial entonces-

El montaje se las ingenia para no caer en el plano/contraplano por encima del hombro de cada hablante, sino que los ubica casi en la misma posición de la pantalla y de frente. Aunque hay mucho para ver, nuestra atención se centra en los actores. Eso es bueno. Ese diálogo en la boca de dos grandes actores se potencia. Cada uno calcula el timming a la perfección. Firth tiene un trabajo un poco más difícil, porque su tartamudeo es gradual. Incluso va y viene.
Esto no quiere decir que el guión sea perfecto. Cada en algunas redundancias, y no faltan los personajes señaladores (la mujer explicando cómo se casaron, el hermano diciendo que sigue los consejos de Wallis contra su familia) ni tampoco la estructura clásica de inicio-nudo-desenlace, con un personaje que debe enfrentar el desafío más grande de su vida, en pos de defender a toda una nación. La película está matizada como si fuera una comedia, así que nunca se desborda como un drama. También, en la línea de La reina (The Queen, 2006, de Stephen Frears) es otra película que trata de demostrar que la realeza está compuesta por seres humanos. Lo que allí era novedad, acá no lo es. Pero bueno, está bien si todos los productos que vienen tienen esta calidad. Hay una secuencia bastante previsible, donde Bertie finalmente se abre con Lionel y le comenta su atormentado pasado. Allí se establece el vínculo definitivo: nace la amistad entre ambos.
¿Si merece o no el Oscar? En lo personal disfruté más de Red social, y creo que es una mejor película. Siguiendo los últimos años de la Academia, debería seguir premiando al cine más arriesgado y poco convencional para Hollywood (No country for old men, The hurt locker). Pero El discurso del rey parece no disgustarle a nadie (un poco esas son las intenciones) así que si gana, no estaría del todo mal.