El discurso del rey

Crítica de María A. Melchiori - Cine & Medios

El amigo del rey

No hay nada peor para un hombre tranquilo que estar en el mejor momento de su vida personal y familiar, y que le carguen de golpe y porrazo con la responsabilidad de volverse un hombre público, un símbolo y un adalid para la nación más poderosa de la Tierra. Eso es lo que le pasa a Albert, "Bertie" (Colin Firth), segundo hijo varón de Jorge V de Inglaterra y, por ende, segundo en la línea de sucesión al trono. Aunque neuróticamente se niega a admitirlo, Bertie se la ve venir. Su hermano David (Guy Pearce), que a la muerte de su padre asume el trono como Eduardo VIII, está llevando a Gran Bretaña por una senda caótica de desgobierno, absorto como está en su relación con la divorciada Wallis Simpson. Esta situación no sólo escandaliza a la familia sino que puede convertirse en un grave escollo para la política interior y exterior del Imperio.
Bertie sufre un trastorno del habla desde la infancia, y su esposa Elizabeth (Helena Bonham-Carter) se ha desvivido no sólo por ser una compañera digna y leal, sino por buscarle una cura. Agotado cada recurso, sólo queda acudir al excéntrico terapeuta del lenguaje Lionel Logue (Geoffrey Rush), un ex actor sumamente desenvuelto y poco ortodoxo que, casi sin quererlo, se volverá una persona imprescindible para el futuro rey de Inglaterra. Máxime cuando éste debe enfrentarse al mayor desafío: llevar tranquilidad a una nación a punto de entrar en guerra con la Alemania de Hitler.
Colin Firth no sólo compone un cuidadoso y creíble retrato del rey Jorge VI, excepcional en cada aparición en pantalla y figura indiscutible de la trama; también se entrega totalmente a su rol, emparejando a un dignísimo Geoffrey Rush que está más cómodo que nunca en un rol a su medida. Esta dupla de intérpretes parece haber sido destinada a este momento, a encontrarse en la pantalla para deslumbrar al público predispuesto... y también al público reluctante.
La evolución de Bertie, su relación con Logue, el dinamismo de la narración y una sutil nota de humor a cuenta de la historia (pequeñas licencias que potencian el relato) son el corazón de una película cuyo punto de partida es el vasto mundo de las relaciones familiares y políticas dentro de la realeza, y que termina por enfocarse en el sencillo aunque complejo mundo interior de un hombre que sólo busca la tranquilidad, y poder encontrar su propia voz.
Con innegable cualidad, excelente puesta en escena y un elenco de primera línea que acompaña al dúo protagónico, Tom Hooper se consolida como joven director de prestigio en esta dignísima y peligrosa candidata al Oscar, que hará temblar a más de un "número puesto".