El discurso del rey

Crítica de Lucas Moreno - Bitácora de Vuelo

PREMIOS Y CORSÉ

Esta película está llenando de premios su cajita de DVD. No se entiende, es un producto encorsetado sin espontaneidad ni frescura. Una cosa hiperelegante filmada con el manual de cine qualité. Recreación, musiquita, fotografía, actuaciones: todo es exquisito y sutil, apestado por un humor británico de risas ahogadas. El guionista se las tira de letrado haciendo intertextualidad entre Shakespeare y el enredo cortesano y la puesta de Tom Hooper es tan contenida y protocolar que su mayor licencia es deformar la imagen con un gran angular.

Colin Firth es un príncipe tartamudo y Geoffrey Rush un terapeuta trucho, mezcla de fonoaudiólogo y psicoanalista. Lo que sigue es un cuento clásico: el tartamudo supera sus problemas con el terapeuta y viceversa. Al final, una placa dice que fueron amigos para siempre.

Hay dos cosas que irritan: la contextualización histórica y política, que garabatea la llegada del nazismo, y la idiotez psicoanalítica que nos hace concluir que el príncipe es tartamudo porque la niñera le hacía pasar hambre.

Pero más irritante es que la película esté contada con discreción. Las medidas de dramatismo, comedia y solemnidad están calculadísimas. Esto convierte El Discurso del Rey en una cosa ejemplar pero insoportable, de realeza retrógrada, ideal para jubiladas que aspiran al buen gusto cinematográfico.

Dentro de todo este clasicismo hay un apunte jugado aunque tratado en capa subterránea: la llegada de los medios masivos de comunicación y la necesidad de construirse mediáticamente. En definitiva, la película no arranca porque el príncipe sea tarado, sino porque no puede hablar en radio. La tecnología impone otros espacios y prácticas para las figuras públicas. Después de grabar su discurso en una cabina horrible y acustisada con frazadas, el príncipe pasa a un despacho ostentoso donde le sacan una foto simulando que lee. En otra escena interesante Colin Flirth admira el histrionismo de Hitler en cámara, pero estos buenos detalles no dejan de ser firuletes para que El Discurso Del Rey sea sofisticada y oscarizable.