El día que resistía

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

La ópera prima de Alessia Chiesa comienza con una diáfana, encantadora y lúdica mirada a la intimidad de tres hermanos en el ámbito bucólico de una casa de campo. Fan (Lara Rógora), de 9 años; Tino (Mateo Baldasso), de 7; y Claa (Mila Marchisio), de 5, juegan a las escondidas, a la "lluvia" de caramelos, bailan, se disfrazan, pintan, se lavan los dientes, interectúan con el perro Coco... Pura inocencia. Sin embargo, ya a los pocos minutos descubrimos algo inesperado: el padre y la madre no están en el lugar. Los dos más pequeños, por lo tanto, están al cuidado de Fan, quien con sus corta edad se encarga de cocinarles, de preparles el baño y de contarles cuentos para que se duerman.

Lo que Fan les lee es la clásica historia de Hansel y Gretel y algo de un perturbador cuento de hadas tiene El día que resistía, una enigmática película que se va enrareciendo a medida que avanza hasta volverse bastante ominosa. ¿Qué pasó con los adultos? ¿Dónde están? ¿Por qué los chicos están solos? Esa incógnita inicial envuelve el relato, mientras las condiciones de los niños y de la casa se va degradando de forma progresiva e inevitable.

Los paseos de los chicos por el bosque lindante, una tormenta, algunos signos de violencia pasada, los secretos, mentiras y traiciones que cada uno de los tres exclusivos protagonistas va descubriendo (y sufriendo)... Chiesa construye con ductilidad, sensibilidad, criterio e inteligencia los climas y sostiene la tensión a partir de la frescura de sus tres pequeños y expresivos no-actores en una película que remite por momentos a Nadie sabe, del japonés Kore-eda Hirokazu, y en otros a Nana, de la francesa Valerie Massadian, para citar solo dos posibles referentes.

El dispositivo visual (que exalta la ligereza de las anécdotas diurnas y cierta tensión que se va percibiendo cuando se acerca la noche) sintoniza con las búsquedas dramáticas de una fascinante y luego angustiante película sobre la ausencia, la falta de contención y la dinámica infantil en un micromundo que luce como atemporal, alejado de lo urbano y, claro, del universo de los adultos.