El despenador

Crítica de Guillermo Colantonio - Funcinema

MISTERIOS ANCESTRALES

“Nuevamente saliendo a investigar, pero ahora solo” se escucha en off. Investigación y soledad son los dos signos de la ropa existencial del protagonista, el antropólogo Raymundo, quien conduce por las rutas del norte argentino tras los rastros del despenador, figura andina inquietante cuya presencia data de antes de la conquista española. Cuentan los lugareños que los despenadores tenían una tarea: acabar con la vida de las personas enfermas mediante un abrazo que cortaba el aliento y evitaba el contagio. Recopilando pedazos de narración a través de testimonios, va Raymundo con su viejo auto en esta especie de road movie despojada de adrenalina. Porque si hay algo que singulariza a la película, pese a la idea del viaje y la movilidad que ello implica, es cierto estatismo en la puesta en escena que se corresponde con esa parálisis temporal, ese hiato que se abre en el presente cuando el pasado se cuela por los portales ancestrales. Esto, que en parte aparece justificado formalmente, acaso perjudique al tono, impregnado de monotonía y carente de vida en varios tramos.

Que la película transite por un sendero de indeterminación genérica es un sesgo interesante. Pasarán unos cuantos minutos hasta que descifremos su naturaleza ficcional pese a que la base real que sustenta la historia es muy fuerte. No obstante, todo ese lado enigmático, misterioso, que podría explotarse a partir del orden de las creencias, le cede la posta a una omnipresencia de la voz en off cuyas constantes reflexiones empantanan el ritmo narrativo, siempre en zona de arranque, pero flaco de reservas. Incluso, ese nivel enunciativo relega gran parte del paisaje y de momentos que sí son verdaderos hallazgos porque parecen escapar al cálculo. Se trata de zonas en las que la cámara descubre (¿espontáneamente?) aspectos de lo cotidiano, como ese desfile de cabras en medio de la ruta la botella de vino apoyada en el auto mientras Raymundo, parado en medio de las salinas, mira el horizonte. Son apenas pinceladas dentro de una propuesta que combina melancolía y humor aunque le falta aire.