El desconocido del lago

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Placer y muerte, en un film diáfano

Un lago de agua tentadora, su costa y el bosque adyacente como lugares de encuentro entre hombres, solamente hombres: sexo, conversación, compañía, sol, nudismo, observación, descanso. Un lugar único para una película singular. Alain Guiraudie (que tuvo una retrospectiva en el Bafici en 2010) ofrece su película más depurada, más austera, más concentrada en términos de puesta en escena: una locación, pocos personajes, nada de música, planos límpidos y una narrativa de una claridad asombrosa para esta historia de amor, amistad, sexo y crimen.

En su aparente simplicidad, El desconocido del lago es una película que conecta firmemente con otras: con la propia obra de Guiraudie, ubicada en el sudoeste de Francia en un tiempo fuera del tiempo o al menos indefinido (no hay celulares en esta película) y en la que siempre los cuerpos -mayormente masculinos- se exhiben de forma luminosa, placentera, rotunda, libre. También, claro, conecta con Jean Renoir y Une partie de campagne: esa naturaleza espléndida, veraniega, en esplendor, y los sentimientos que propicia. También, claro, su título original -L'inconnu du lac- conecta con una película de Robert Bresson: Lancelot du lac. Y con Bresson El desconocido del lago comparte también las recurrencias en las acciones, cierta cadencia y la economía de recursos. Como decía el jansenista director de Un condenado a muerte escapa: "La facultad de hacer buen uso de mis medios disminuye cuando su número aumenta". Guiraudie hace una película sin adornos, a tal punto que se podría hacer el chiste de que usa un solo sexo: ésta es una película sin mujeres (quizá sean apenas una imagen fugaz en un barco que pasa en gran plano general).

Otra conexión posible, por el lugar de encuentro gay, por el sexo y por el crimen, es Cruising, de William Friedkin, con Al Pacino. Pero hay una notoria diferencia: esa película de 1980 -una verdadera clausura de los setenta- era de una oscuridad, de una violencia y de una sordidez propicias para una historia de asesino serial y policía encubierto.

En cambio, el aspecto luminoso y hasta diáfano de la película de Guiraudie hace que la muerte y, sobre todo, el asesino se integren al deseo de forma poco o nada sombría. Eros y Tánatos: la fascinación que ejerce Michel (con look setentoso y cierto parecido con Tom Selleck) sobre Franck es presentada por Guiraudie como inevitable, ineludible, irrenunciable.

La amistad entre Franck y el entrañable Henri es la zona lateral de la película -de hecho, Henri está siempre a un costado-, pero es su base emocional. Cuando "los dos hombres" de Franck se junten, la película deberá cerrarse, y lo hace de forma rotunda. Antes de eso, Guiraudie nos ha llevado, con pinceladas de humor sincopado y mano segura, por un microcosmos tan definido que cuando entra alguien "de afuera" -ese investigador gris y que no se desnuda- parece un extraterrestre.