El décimo infierno

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Giardinelli es mejor como novelista

Los protagonistas de esta película son Patricio Contreras y la neuquina Aymará Rovera en plan de amantes criminales. Tan criminales que el resto del elenco debería ser nombrado por orden de desaparición. Acá abundan los asesinatos, para colmo asesinatos a lo bestia, tanto que la calificación oficial es para mayores de 16 con reservas. La película es breve y contundente, como el libro en que se inspira, donde un agente inmobiliario, agobiado por el calor del Chaco, masacra a su socio, roba la caja fuerte y se va con la mujer del muerto, que es otra que sufre mucho el calor y poco y nada los remordimientos. Ese es el comienzo del film, que sigue prácticamente cada página del texto original, cosa lógica considerando que el novelista y el director son la misma persona.

La diferencia, es que en el libro vamos apreciando mejor las reflexiones e impresiones del criminal contadas por él mismo: su desprecio al común de los mortales, sobre todo a los calmos, las razones de su metejón con la esposa del socio, el gusto de llevarse todo por delante («Chac, y a la mierda el asqueroso sujeto»), y su miserable justificación en la supuesta hipocresía de los otros, para quienes inventa un décimo círculo en el Infierno, ignorando que el Poeta ya les había asignado el octavo. Ignora, además, o lo pretende, que él y su cómplice también son duchos en el arte del careteo, y que ya se merecen también, ampliamente el segundo, el séptimo y el peor de todos, el noveno y último círculo.

La película, en cambio, da vueltas sin mayor crecimiento dramático después de los primeros espantos, se queda en la mera ilustración de los crímenes y los actos libidinosos («empujándonos como tractores»), y es algo irregular en su expresión, defecto comprensible tratándose de una obra hecha por mayoría de principiantes. Sólo el codirector tenía experiencia previa en largometrajes.

Bien pensado, el uso de imágenes de humo y fuego, alusivas al Infierno y también a los sentimientos que los protagonistas se profesan: «flama, llamarada, brasa, tizón. Queman como un demonio y te volvés loco a un punto tal que sólo querés apagarlos». Muy bien, Patricio Contreras y Aymará Rovera. Y para otra vuelta, la historia del dentista «que había sido diputado justicialista pero no ladrón», el estafador que amablemente infartó a un par de usureros, y otros pocos personajes del libro que milagrosamente quedan vivos.