El décimo infierno

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

En 1999 el escritor y ensayista Mempo Giardinelli publico su novela El décimo infierno, un relato policial en el cual se realiza una analogía con los círculos del infierno planteados por El Dante. Más de diez años después, es el mismo Giardinelli el encargado de adaptar su novela al guión cinematográfico y dirigir, junto al también debutante colombiano Juan Pablo Méndez, la película de mismo título.
Lo primero que hay que aclarar es que estamos ante un telefilm, co-producido por Canal Encuentro realizado entre 2010 y 2011; esto es fundamental para saber a qué (tipo de) producción nos vamos a “enfrentar”. Por momentos parece una producción casera, la falta de una mayor producción se hace notable; al igual que la falta de trayectoria de ambos directores; varias escenas son resueltas de una manera algo sencilla. No obstante, las flaquezas que puede tener en la producción son “tapadas”, disimuladas, con pericia; El décimo infierno es un film atrapante, desde el relato, pero mucho más desde la imagen.
La historia se desarrolla en el ambiente húmedo del Nordeste argentino, en un pueblo pequeño. Alfredo y Antonio son socios en una inmobiliaria, aparentemente además mantienen una relación de amistad. Antonio está casado con Griselda, y llevan una vida acomodada acorde a la labor del hombre. Pero esta aparente pasividad dura muy poco en El décimo infierno; de entrada sabemos que Alfredo es el amante de Griselda, y a los pocos minutos llega el detonante; Alfredo pregunta por qué no asesinar a Antonio, y Griselda, lejos de espantarse, le sigue el “juego” pregunta cómo lo pueden hacer. El plan no tarda en llevarse a cabo, y ambos emprenden una fuga que no saldrá tan perfecta como lo planearon; la idea, cruzar la frontera con Paraguay.
La película avanza al ritmo de una road movie violenta, sudorosa. Ambos protagonistas escapan de algo, de su pasado, y lo hacen sin ningún remordimiento; no importa si lo que hicieron está bien o mal, es el fuego de la pasión lo que los rige. Y es precisamente eso, el fuego, lo que ocupa un lugar primordial; tal vez planteando la relación de un camino al infierno, de los círculos del infierno de La Divina Comedia, hay muchos planos de fogatas, de material consumiéndose, de humo; todo contribuye a un clima sórdido, pretendido y logrado con mínimos recursos.
Hay algo muy típico de los unitarios televisivos o, como en este caso, los telefilms, y es cierto abuso del plano principal, de enfocar demasiado cerca, y por ende los planos cortos; claro que todo esto también habla de que no se cuenta con las posibilidades de una superproducción como las que, de a poco, nos vamos acostumbrando en Argentina. Sin embargo, en esta oportunidad, ese abuso no es del todo negativo, esos planos cerquísimos permiten captar gestos, miradas; y es muy necesario para este relato negro.
Otro aporte fundamental es el de Patricio Contreras y Aymará Rovera (la actriz de Extranjera) en los protagónicos, ellos estan casi todo el tiempo en pantalla, el film es la relación, extraña, tortuosa, entre los dos; y ahí funciona una química mortal. Ambos actores le ponen todo su oficio a una película que lo necesitaba.
Giardinelli y Mendez realizan un buen trabajo, tanto de adaptación (la novela está algo simplificada, pero es entendible), como de puesta en escena firme aunque precaria.
El décimo infierno es, se nota, un film hecho a pulmón, quizá haga recordar a cierto cine argentino que ya casi no se hace (el de los comienzos del furor del cine hogareño directo a video); pero a su vez demuestra que este no siempre es un condimento negativo. Lo que aquí falta de desarrollo, de producción, sobra en esfuerzo, en ganas de hacer una de suspenso entretenida. Objetivo cumplido.