El contador

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

John Wick: superhéroe autista. Formidable profesional contable de día, asesino implacable de noche. Claro, si uno ve un título y un slogan semejante en el poster de una película sale corriendo del cine, pero acá la idea de base la han camuflado bastante bien, convirtiéndola en un espectáculo muy pasable. En sí, es una historia muy estúpida - chico autista que es adoctrinado por su padre militar en las artes marciales mas peligrosas, amén de un impecable manejo de todo tipo de armas para canalizar su ira, y que se ha convertido en un autista funcional, recibido en la universidad y capaz de realizar trabajos analíticos / matemáticos impresionantes - pero, si uno muerde el gancho, termina disfrutando un espectáculo pochoclero bien armado y con algo de intriga. Rain Man se ha vuelto Terminator y, si bien no trabaja como asesino a sueldo, los hobbys violentos del pibe lo hacen una bestia salvaje e imparable a la hora de la refriega. Las balaceras divierten, Ben Affleck sobresale como el apático antisocial devenido un misterioso hombre de negocios relacionado con criminales de alta gama y altísima peligrosidad, y la historia entretiene mucho mas allá de venir algo traída de los pelos.
En realidad la historia es un cliché ambulante, la cual es rescatada por el misterio que rodea al enigmático personaje central. Un autista genio devenido en un individuo funcional - aunque no completamente normal; es enfermizamente obsesivo, duerme con música heavy puesta al mango, no le gusta que lo toquen, come siempre lo mismo, tiene una fortuna en pinturas raras en un trailer escondido en un depósito (amén de tener armas de todo tipo y color) pero vive de manera espartana -, el cual es una computadora ambulante. Al tipo le encargan hacer una auditoría en una empresa de robótica que dirige John Lithgow y, al descubrir un chanchullo, todos los involucrados empiezan a desaparecer. Mientras tanto, en flashbacks, vemos como el personaje de Ben Affleck terminó por convertirse en lo que es ahora, lo cual es similar a la historia de origen de un superhéroe.

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Si Affleck brilla con su cinismo y su adustez, el otro que deja su huella es Jon Bernthal - el nuevo Punisher de Netflix -, el cual hace de asesino agrio pero plagado de extraños códigos morales. En un momento presiona a un tipo para que se mande una sobredosis de insulina y espiche; pero, si grita, alerta a su mujer o se niega, no sólo lo va a reventar como un higo sino que también va a violar y matar a la esposa - aunque le repele forzar a una mina de 60 años -, con lo cual va a tener que trabajar mas y su fin va a ser mucho mas violento. Bernthal termina negociando con la victima una muerte pacífica a cambio de inmunidad a su familia, amén de que el seguro le dejara una sabrosa fortuna a la viuda.

El tercer acto tiene sus incongruencias y termina de manera abrupta pero, a esa altura del partido, resulta perdonable. Es tan fascinante todo lo que relata el director Gavin O'Connor - ya sea por su ingenio o por su ridiculez - que uno lo deja pasar. Es un policial diferente y astante recomendable, aunque uno se agarre de la cabeza al ver a Ben Affleck - un civil con autismo! - disponer de un par de rifles antitanque Barrett calibre .50 y usarlos como hobby para dispararle a melones a un kilómetro y medio de distancia. Es algo así como que un discapacitado millonario tenga un bombardero stealth para sus vuelos de diversión los fines de semana, un detalle tan prepotente que termina resultando fascinante.