El conspirador

Crítica de Fredy Friedlander - Leedor.com

”El conspirador” (“The Conspirator”) fue filmada en el 2010 y estrenada en Estados Unidos hace un año. Su tardía llegada a la Argentina seguramente responde a las dificultades comerciales implícitas en este tipo de películas históricas, que interesan sólo mayormente en el país donde la trama real transcurrió.

Se trata del asesinato de Abraham Lincoln acaecido en un teatro de Washington a pocos días de finalizar la Guerra Civil norteamericana. Fue un 15 de abril de 1865 que el actor John Wilkes Booth segó la vida del 16º presidente de los Estados Unidos con un único disparo.
Los primeros minutos de “El conspirador” recrean con maestría dicho hecho en rápidas y simultáneas tomas. Gran parte del resto del film está consagrado al juicio aplicado a siete hombres y una mujer, acusados de ser los culpables materiales o intelectuales del tremendo asesinato.

La única mujer fue Mary Surratt, dueña de una pensión donde se alojaban y/o reunían los presuntos asesinos. Hasta el día de hoy se mantiene la duda sobre la posible culpabilidad de ella y el film dirigido por Robert Redford no pretende dilucidar tal cuestión.
En verdad lo que al célebre actor le interesa es mostrar cómo ya hace un siglo y medio en su país la Justicia, según su visión, privilegiaba sanciones ejemplares en juicios viciados como el que se le aplicó a la madre de John Surratt, quien estaba prófugo.
Uno de los mayores hallazgos de la película es la composición que logra la ex de Sean Penn, Robin Wright, en la que probablemente sea su mejor actuación desde su papel en “Forrest Gump”.

La acompaña el joven actor inglés James McAvoy (“El último rey de Escocia”, “X-Men: primera generación”) componiendo al abogado Frederick Aiken a quien el senador Reverdy Johnson encomienda la defensa de la señora. En el rol del senador sudista se destaca otro inglés, Tom Wilkinson, con recordadas participaciones en “Todo o nada” (“The Full Monty”) y “Shakespeare apasionado”.

Las buenas interpretaciones no terminan en el terceto ya mencionado pues también hay un aporte interesante de Kevin Kline como el Secretario de Guerra de Lincoln, Edwin Stanton. Kline parece haber recuperado en esta película el nivel de los ‘80s cuando se lo vio en títulos como “La decisión de Sophie”, “Reencuentro” y “Los enredos de Wanda”. No desluce Evan Rachel Wood (“Secretos de estado”, “Que la cosa funcione”) como la hija de la Surratt y Danny Huston como el feroz fiscal Holt.

Los alegatos de Aiken tropiezan contra la arbitrariedad del jurado, integrado por oficiales de la Unión. El pedido de “habéas corpus”, aprobado por un juez, que habría permitido un nuevo juicio esta vez civil (y no militar) llegó pocas horas antes del momento fijado para la ejecución. Al final se señala que el abogado abandonó su profesión legal para incorporarse al recién creado “Washington Post”.

Redford, en lo que es su octavo film tras las cámaras, mantiene un buen nivel directorial aunque sin llegar a la altura de la que fue su mejor y primera obra: “Gente como uno” (“Ordinary People”). Muchos ven en “El conspirador” una crítica a situaciones legales como la de los prisioneros en Guantánamo en la actualidad, un gesto que lo enaltece.

”El conspirador” (“The Conspirator”) fue filmada en el 2010 y estrenada en Estados Unidos hace un año. Su tardía llegada a la Argentina seguramente responde a las dificultades comerciales implícitas en este tipo de películas históricas, que interesan sólo mayormente en el país donde la trama real transcurrió.

Se trata del asesinato de Abraham Lincoln acaecido en un teatro de Washington a pocos días de finalizar la Guerra Civil norteamericana. Fue un 15 de abril de 1865 que el actor John Wilkes Booth segó la vida del 16º presidente de los Estados Unidos con un único disparo.
Los primeros minutos de “El conspirador” recrean con maestría dicho hecho en rápidas y simultáneas tomas. Gran parte del resto del film está consagrado al juicio aplicado a siete hombres y una mujer, acusados de ser los culpables materiales o intelectuales del tremendo asesinato.

La única mujer fue Mary Surratt, dueña de una pensión donde se alojaban y/o reunían los presuntos asesinos. Hasta el día de hoy se mantiene la duda sobre la posible culpabilidad de ella y el film dirigido por Robert Redford no pretende dilucidar tal cuestión.
En verdad lo que al célebre actor le interesa es mostrar cómo ya hace un siglo y medio en su país la Justicia, según su visión, privilegiaba sanciones ejemplares en juicios viciados como el que se le aplicó a la madre de John Surratt, quien estaba prófugo.
Uno de los mayores hallazgos de la película es la composición que logra la ex de Sean Penn, Robin Wright, en la que probablemente sea su mejor actuación desde su papel en “Forrest Gump”.

La acompaña el joven actor inglés James McAvoy (“El último rey de Escocia”, “X-Men: primera generación”) componiendo al abogado Frederick Aiken a quien el senador Reverdy Johnson encomienda la defensa de la señora. En el rol del senador sudista se destaca otro inglés, Tom Wilkinson, con recordadas participaciones en “Todo o nada” (“The Full Monty”) y “Shakespeare apasionado”.

Las buenas interpretaciones no terminan en el terceto ya mencionado pues también hay un aporte interesante de Kevin Kline como el Secretario de Guerra de Lincoln, Edwin Stanton. Kline parece haber recuperado en esta película el nivel de los ‘80s cuando se lo vio en títulos como “La decisión de Sophie”, “Reencuentro” y “Los enredos de Wanda”. No desluce Evan Rachel Wood (“Secretos de estado”, “Que la cosa funcione”) como la hija de la Surratt y Danny Huston como el feroz fiscal Holt.

Los alegatos de Aiken tropiezan contra la arbitrariedad del jurado, integrado por oficiales de la Unión. El pedido de “habéas corpus”, aprobado por un juez, que habría permitido un nuevo juicio esta vez civil (y no militar) llegó pocas horas antes del momento fijado para la ejecución. Al final se señala que el abogado abandonó su profesión legal para incorporarse al recién creado “Washington Post”.

Redford, en lo que es su octavo film tras las cámaras, mantiene un buen nivel directorial aunque sin llegar a la altura de la que fue su mejor y primera obra: “Gente como uno” (“Ordinary People”). Muchos ven en “El conspirador” una crítica a situaciones legales como la de los prisioneros en Guantánamo en la actualidad, un gesto que lo enaltece.

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Publicado en Leedor el 7-04-2010

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