El club de los 50

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Entre las cuerdas y la poesía

Willy Crook, Claudia Puyó, Gustavo “El Vasco” Bazterrica, Ica Novo, Tito Losavio y Cuino Scornik, sobrevivientes a todo y con creces supieron acompañar a gran parte del firmamento del rock nacional, siempre desde el segundo plano que muchas veces se opaca por el rutilante brillo de algunas estrellas. Todos ellos grandes en lo suyo, hacedores de música más que de canciones, pero a quienes el progreso y el mercantilismo de las bateas les ha jugado sucio, las discográficas fieles a esa estética de la chatura no los acompañó y por eso pendularon de boliche en boliche con mucho talento en cada ejecución y la mezcla de garganta y arena que supone esa entrega en el escenario.

Desde una impronta si se quiere contra cultural, Sergio Cucho Constantino devuelve en este exquisito documental en blanco y negro – con estética por momentos de fanzine, por otros de collage- los colores a figuras realmente representativas de la vieja guardia de ese extraño movimiento llamado rock nacional. Si hay algo que identifica a este film de estructura coral por un lado es la autenticidad y honestidad brutal de los músicos elegidos, la humildad con que procuran aprovechar ese tiempo sagrado que les brinda el director de Buen día día para decir a cámara cosas inteligentes, reflexiones intensas donde está en juego un pensamiento a contra corriente de las modas, que se traduce en integridad desde el punto de vista artístico cuando la mayoría intenta vivir de su arte como Claudia Puyó o Ica Novo.

Zapadas, ensayos, reuniones, amistad, respeto, admiración, y mucha música de la buena, cruces melódicos con hitos de Miguel Abuelo y las estrofas del Himno del Corazón se entrelazan con los extemporáneos acordes de Filosofía barata y zapatos de goma de Charly García para traer el recuerdo del gran Negro García Moreno, guitarrista que supiera acompañar al bigote bicolor en otras épocas.

Sobrevivientes como se decía al comienzo de esta nota entre las cuerdas de una guitarra rabiosa y desde el homenaje de Sergio Cucho Constantino en una ciudad imaginaria donde a la vejez en vez de temerle se le canta y se la transforma en poesía.