El cisne negro

Crítica de María A. Melchiori - Cine & Medios

El precio de la perfección

Nina Sayers (Natalie Portman) es una joven y talentosa bailarina de ballet, hambrienta de perfección. Nina baila incluso en sueños y se levanta temprano para practicar, con una disciplina de hierro que le trae no pocos problemas. La piel lacerada por una compulsión nerviosa a rascarse, su nula vida social y sus desórdenes alimenticios son un pequeño precio a pagar por esa perfección que anhela, casi tanto como el lugar central en el cuerpo de baile que dirige Thomas Leroy (Vincent Cassel).
Cuando la prima ballerina (Winona Ryder) es forzosamente jubilada, por decirlo delicadamente, Nina es la primera candidata para ocupar el puesto. El problema es que Leroy la considera poco adecuada para el papel central de "El lago de los Cisnes", ya que su performance como Odette, la Reina Cisne, es impecable... pero cuando debe transformarse en Odette, el Cisne Negro y su propia contraparte, su falta de nervio y pasión dejan disconformes al director.
La presión de una madre absorbente y posesiva (Barbara Hershey en un rol secundario pero poderoso), la irrupción de una posible rival, Lily (Mila Kunis) y su propia obsesión esquizoide hacen que a poco tiempo de empezados los ensayos Nina comience a experimentar una serie de déja vu, extrañas visiones y pesadillas de todo calibre. Consumida por su anhelo de gloria, la aniñada bailarina pronto sentirá que ni su cuerpo ni su alma le pertenecen del todo, sino que hay en ella una fuerza de la naturaleza imparable y rabiosa, que busca abrirse camino a cualquier precio.
Se ha dicho de esta película que es, junto a "El luchador", la mejor obra de Darren Aronofsky. Es difícil, con este precedente, sentarse a mirar "El cisne negro" sin expectativas, más cuando las anteriores películas del director han generado comentarios apasionados de todo tipo, en contra y a favor. Sin embargo, desde la secuencia introductoria con el sueño de Nina, queda claro que las controversias se pueden dejar de lado para sentarse a disfrutar de una película. Grande, pequeña, buena o mala, pero una película con mayúsculas. El tablero de juego se dispone con mucha rapidez, y una vez presentados semejantes personajes es fácil imaginarse que el producto final será un filme digno de ser encuadrado en lo que vulgarmente conocemos como séptimo arte.
Pequeña obra maestra, gran compendio de notables interpretaciones y sobre todo, enorme estudio sobre la obsesión femenina, la historia de Nina Sayers atrapa al espectador y lo va sumergiendo paulatinamente en una danza feroz cuya apoteosis puede entreverse apenas, pero que lo eludirá hasta el clímax final.