El cisne negro

Crítica de Emiliano Basile - EscribiendoCine

¿Querés bailar?

Dentro de diez años cuando uno recuerde al nuevo filme de Darren Aronofsky lo que pasará por nuestras mentes será un primer plano de Natalie Portman. Porque El Cisne Negro (Black swan, 2010) se sostiene en la gran actuación de la actríz de V de venganza (V for Vendetta, 2006) atormentada por la presión de su maestro de baile, su contrincante, su madre y la cámara, que no la deja tomarse un respiro en todo el relato.

Nina Sayers (Natalie Portman) es una bailarina clásica que aspira al papel del cisne negro en el clásico Lago de los cisnes a interpretar en la compañía de baile de Nueva York. Obsesionada con el papel y presionada por su entorno, la joven hará lo imposible –hasta que lo imposible se haga presente, locura mediante- para lograr sus objetivos.

Darren Aronofsky ya había demostrado en El Luchador (The wrestler, 2008), que el conflicto psicológico de sus personajes lo materializa físicamente. Es en el cuerpo donde se hacen gráficos los síntomas de autodestrucción. Y en el caso de El Cisne Negro apela a todas las lesiones de la danza: uñas quebradas, pellejos arrancados, quebraduras, etc; para simbolizar la obsesión desmesurada de un personaje al borde de la locura.

Así, cuando el daño no es marcado visualmente en el físico, es el rostro de Natalie Portman el que expone los sufrimientos internos del personaje. Torturada, reprimida y presionada en demasía, ella se comporta cómo un mártir del ballet, al que es admirable ver en escena. A la fórmula personaje mártir - entorno hostil - relaciones perversas, se le suma el efectismo explotado por el director de Requiem por un sueño (Requiem for a Dream, 2000) en el montaje, la edición de sonido y los reducidos encuadres que su protagonista soporta.

Con estos elementos la nueva película de Aronofsky mantiene la tensión todo el relato y alcanza momentos de alto vuelo poético convrtiéndose en un gran filme, hasta ahora el más logrado de su trayectoria, combinando el enfoque audáz y provocador de sus primeras películas con un personaje frágil, sensible y sufrido, de ésos a los que Hollywood le encanta premiar con el Oscar.