El buen amigo gigante

Crítica de Benjamín Harguindey - EscribiendoCine

El BFF

El buen amigo gigante (The BFG, 2016) representa uno de los esfuerzos más flojos de Steven Spielberg. La película está basada en el libro homónimo de Roald Dahl, del cual podría decirse lo mismo. Quizás sea apropiado que al intentar adaptar una obra menor Spielberg no pueda sacar en limpio más que otra obra menor. Tratándose de dos de las mentes más imaginativas y seminales de la fantasía infantil, el resultado final es deslucido.

La historia sigue a Sofie (Ruby Barnhill), una niña huérfana que es raptada de su hospicio en Londres por un gigante noctámbulo (Mark Rylance) y llevada al País de los Gigantes. Su captor es el BAG (“Buen Amigo Gigante”), un afable coloso que se dedica a cosechar sueños y diseminarlos durante sus escapadas nocturnas. Los demás moradores del País de los Gigantes comen niños y llevan nombres como Devoracarnes y Masangrón. Sofie tuvo suerte.

Spielberg trae consigo a los sospechosos de siempre - Frank Marshall y Kathleen Kennedy producen, Rick Carter diseña, Janusz Kaminski filma, John Williams compone, Michael Kahn edita, etc. Obviamente la película se ve y se oye preciosa; de particular genio es que se evite hacer del “País de los Gigantes” el típico Wonderland multicolor y acaramelado, lo cual le da tanto más valor a los destellos de magia. De suma belleza es la escena en que el BAG y Sofie salen a cazar sueños como si fueran insectos, y tienen su primer encuentro con una pesadilla.

El “dream team” de Spielberg es técnicamente insuperable, y la película marca el último trabajo de la fallecida guionista Melissa Mathison, autora de E.T. El extraterrestre (E.T. the Extra-Terrestrial, 1982). La labor de Mathison, esencialmente, es crear conflicto que el texto original no tiene, intercalando escenas en las que el BAG es abusado por los demás gigantes (los cuales le doblegan en tamaño) o buscan a Sofie para comérsela.

Por lo demás no parece haber mucho en juego. En principio no hay drama en el secuestro de Sofie, dado que odia el lugar al que pretende volver. Luego se menciona al pasar que los gigantes han estado raptando a los niños de sus casas, pero como nunca se muestran sus villanías ni sus consecuencias, poco importa si Sofie logra detenerlos. La peor forma de establecer conflicto es decir en vez de mostrar. Por contraposición, en la versión animada de 1989 no sólo los gigantes se ven mucho más temibles sino que se los muestra cometiendo cosas a las que esta versión apenas alude.

La última parte de la película flaquea a raíz de esto. Para entonces Sofie y el BAG han afirmado y reafirmado su amistad, y como no hay mucho más que eso en la película – nada parecido a un tema en desarrollo – sólo resta ver cómo ejecutan su plan maestro para librarse de los gigantes malos (el cual involucra aliarse con la Reina de Inglaterra). Como en tantos otros cuentos de Dahl, no hay realmente conflicto. El protagonista prevé uno y lo resuelve antes de que ocurra, y lo hace con una idea tan simple como descabellada. Sun Tzu estaría orgulloso.

El resultado es una película muy simpática, con momentos emotivos llenos de fascinación o ternura, todo gracias al don que tiene Spielberg para sintonizar al niño interno del espectador. Es una decepción que esté al servicio de una historia tan insípida.