El aro 4: el despertar

Crítica de Matías Gelpi - Funcinema

LA CONFUSIÓN ES TOTAL

Pocas veces en mi vida de espectador me he sentido tan afuera de un producto audiovisual como me sentí mientras miraba el El aro 4: el despertar. Estuve afuera en el sentido amplio de la palabra: fuera de contexto, fuera de sus códigos, absolutamente alejado de llegar a comprender las intenciones más básicas y obvias de quienes llevaron adelante esta película. Por eso me parece justo aclarar algo desde el vamos, y darle a quien quiera enfrentarse con ella algo que yo no tuve: contexto.

Esto no lo tengo del todo claro, porque no logré encontrar una fuente más o menos confiable de cómo se fueron estrenando las películas de la franquicia Ringu en Argentina, pero podríamos resumirlo más o menos así: las versiones norteamericanas de esta saga se conocieron aquí como La llamada y las versiones japonesas como El aro. En Japón El aro cuenta con unas cuantas entregas, algún crossover y varios spin off conocidos allá como Sadako. Así, El aro 2 de aquí es Ringu 2 en Japón, El aro: capítulo final es Sadako y El aro 4: el despertar es Sadako DX.

¿A qué viene todo este palabrerío? A que más allá de lo precario de estrenar de la nada una película de una franquicia un tanto compleja en cuanto la estructura de sus secuelas y demás, tenemos la cuestión de que si uno no está metido del todo en la franquicia se puede encontrar con que El aro 4 no solo no es una película de terror, sino que es más bien una parodia, una comedia romántica con suspenso o, como reza la fórmula que utilizamos los medio pelo que no sabemos mucho de los géneros japoneses y que queremos ajustar lo que estamos viendo a las categorías que manejamos por estos lados, un cruce o amalgama de géneros. También podríamos decir que es un western sin ningún elemento de western; es probable, la confusión sigue siendo alta.

Hecho el mea culpa, queda decir alguna cosa sobre la película en sí, y el resumen es que no funciona. Abandonados el camino del terror atmosférico fantasmal de imágenes de horror potentes (recuerdo que en las primeras entregas las víctimas morían de miedo al ver el horror que representaba el atribulado fantasma Sadako), queda el camino de la investigación. Esta saga siempre tuvo un componente de policial, los personajes suelen investigar para descubrir la clave que hace que el fantasma de Sadako siga matando, una vez que lo descubren termina la película y, en general, algo nos recordaba que el mal volvería seguramente en forma de secuela. En El aro 4 la investigación no puede ser menos interesante, le falta algo de vértigo y nunca queda muy claro qué es lo que los personajes buscan; hay un esbozo de enfrentamiento entre la “fe” y la “ciencia” y una escena larguísima que es una especie de cita donde uno de los personajes está nervioso porque faltan minutos para morir según la profecía (aquí el fantasma no llega en 7 días sino que en 24 horas), y el otro personaje resuelve el acertijo mientras se comunica con su hermana que también está maldita y nos enteramos en off si el plan funciona o no, esperando un mensaje de WhatsApp.

En esa extrañeza que es El aro 4 lo mejor es el chiste del final, y aquí va un spoiler. Los personajes al darse cuenta que no pueden derrotar a Sadako, optan por reiniciar el ciclo todos los días, es decir al estar por cumplirse las 24 horas, vuelven a ver el video maldito y ganan otras 24 horas. Quizás ese nivel de autoconciencia a lo Scary movie desde el principio podría haber levantado una experiencia que es cuanto menos pobrísima.