El árbol de la vida

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Una suerte de travesía cósmica

Película difícil, de conmovedora religiosidad, una verdadera curiosidad en el mundo del cine, capaz de sorprender, emocionar o lamentablemente, para desprevenidos, desconcertar y aburrir. Impecable la filmación con una iluminación y una fotografía que asombra.

Antes de ver una película de Terrence Malick, tenemos que saber que lo suyo no es el filme de comienzo-desarrollo-final de la mayoría de las producciones cinematográficas. Ni la del tiempo cronológico. Sus narraciones son reflexiones, su diseño es poético y las preocupaciones que muestra en esta obra son las que, de alguna manera, lo encaminaron a la Universidad de Harvard para estudiar filosofía. El cine completa la búsqueda a través de sus seis producciones en más de cuarenta años, "El nuevo mundo" y "La delgada línea roja", son algunos de sus títulos más conocidos.

Tres partes integran "El árbol de la vida", la primera se refiere al origen de la vida, su nacimiento, la Naturaleza, el maremágnum de constelaciones, planetas, volcanes, los mares, sus habitantes, la tierra y sus vecinos.

La segunda se centra en la vida de la familia O"Brien, de Texas en los años "50, época que coincide con la infancia de Malick. La tercera tiene como protagonista a Jack, el hijo mayor, observador de todo lo que vive la familia, cuya voz dirige el flashback del relato y que va cuestionando la aparición de la disconformidad y el rencor en un hombre que transmite dolor y ansiedad en su mujer y sus pequeños hijos.

POEMA VISUAL

Poema visual sobre el sentido de la vida, a partir de la muerte de uno de los pequeños O"Brien, Malick sumerge al espectador en una suerte de fluir de la conciencia sideral donde las rutas de la vida dividen el espectro en la Naturaleza y la Gracia. Suma de cuestionamientos y porqués sobre el viaje del hombre hacia el final, Malick muestra, una vez más que su obra avanza hacia sus propios objetivos y que cualquier línea comercial o conformista no tiene cabida en el conjunto. Es así que hay momentos místicos de gran belleza y otros que rondan la ingenuidad y la total despreocupación respecto de la comprensión temática.

La película permite apreciar a un gran actor, Brad Pitt, en apariciones mínimas, con escuetos parlamentos pero potencia dramática en escenas como la del almuerzo familiar, cuando sus tiránicas tendencias vuelcan la situación hacia el caos. Y una extraña actriz de pálido rostro, casi empolvado como los viejos clownes, llamada Jessica Chastain, llamada, indudablemente a grandes papeles en el mundo del espectáculo. Un equipo de niños y la fuerte presencia de Sean Penn (actor preferido de Malick) completan el equipo actoral.

Película difícil, de conmovedora religiosidad, una verdadera curiosidad en el mundo del cine, capaz de sorprender, emocionar o lamentablemente, para desprevenidos, desconcertar y aburrir. Impecable la filmación con una iluminación y una fotografía que asombra.