El árbol de la vida

Crítica de Claudio Lo Iacona - Todo lo ve

Más que la historia de una familia en los '50

Terrence Malick, el aclamado y controvertido director de cine de clásicos como Badlands, Días de Gloria y La Delgada Línea Roja, regresa con El árbol de la vida.

La película fue premiada con la Palma de Oro en Cannes y asombró a los críticos del mundo. El film está basado en la historia de una familia del Medio Oeste norteamericano durante los años 50, pero eso no significa que se base en esa época.

El cineasta va narrando el duro traslado de la vida del hijo mayor, Jack, desde la inocente infancia con un duro padre (Brad Pitt) hasta su desencantada adultez. Su intento de reconciliar las complicadas relaciones familiares de una madre amorosa, un tierno hermano y un ambiguo padre que, por desear una buena crianza, cae en los errores fáciles y dolientes para sus hijos y pareja.

La osadía e imaginería de Malick es mostrar a Jack como un alma perdida en busca de respuestas sobre el origen y significado de la vida, además cuestionándose la existencia de un Dios. Y para esto el realizador no teme en desplegar sobre la pantalla grande desde frases bíblicas, imágenes muy cuidadas e incluso todo el proceso del Big Bang (con todas sus fases y de una manera asombrosa).

Si bien los diálogos de El Árbol de la Vida entrarían en casi dos carillas, el film de 138 minutos es un juego sin fin, que trasmite emociones y vivencias, colores y texturas. Y donde la mano del hombre en todo momento intenta tocar la luz que se filtra por las hendijas de una vida tangible.