El amigo alemán

Crítica de Rodrigo Chavero - El Espectador Avezado

Salí de la sala después de ver "El amigo alemán", con sensaciones ambiguas. Por un lado, me parecía que no podía dejar de rescatar la intención de Jeanine Meerapfel (responsable del guión también) de hacer una película ambiciosa donde se transitara por muchos momentos históricos en referencia a la política nacional, integrandola con una historia de amistad y amor. Sin embargo, a la hora del balance, lo cierto es que muchas de las buenas intenciones no logran cobrar unidad y eso es fácilmente perceptible a lo largo de la película.
Esta es la historia de dos niños, Sulamit (Celeste Cid) y Friedrich (Max Riemelt), descendientes de familias alemanas, vecinos, no se llevan tan bien, por razones visibles: una es aria pura (ya se imaginan) y la otra, judía. Esta diferencia hace que el padre de Sulamit, Phillip (Jean Pierre Noher), vea con cierta preocupación la creciente relación de su hija con el joven... El marco es, inmigrantes germanos, enfrentados, viviendo a metros de distancia. La cuestión es que, a los chicos, eso no les importa. Se quieren, se llevan bien y se vuelven inseparables. Pero con el correr de los años, Friedrich, comienza a rebelarse contra su padre al darse cuenta de que era nazi. Esa indignación es la que direcciona la película hacia otro lugar.
Porque hasta ahí parece una historia de amor (que ya sabemos que crecerá), pero el componente político se instala en "El amigo alemán", para quedarse y eso afecta a la unidad de la historia. Es decir, por un lado tenemos toda la construcción que se apoya en las ideas que enarbola el personaje de Riemelt, rebelde total, anti-sistema y dispuesto a arriesgar la vida por sus convicciones, y por el otro, la mirada de Sulamit, quien si bien tiene compromiso en sus posiciones, luce siempre preocupada por concretar su romance con Friedrich. El escenario se trasladará de Argentina a Alemania, los años pasarán, los conflictos que se vivirán en esos agitados tiempos tomarán forma y afectarán la vida de los protagonistas, y seremos testigo de cómo cada uno de ellos resuelve sus propias necesidades y se relaciona con el otro, desde donde puede.
Quizás ahí es donde el guión se quede corto. Las ideas están claras pero se siente falta de profundidad en el desarrollo de las subtramas (por ejemplo, Friedrich y su relación con el grupo de rebeldes con los que opera en Buenos Aires, por tomar un sólo ejemplo), lo que lleva a parecer liviana, en términos políticos (por así decirlo), y también superficial en cuanto a las emociones que despliega la pareja protagónica.
Que quede claro, que la reconstrucción de época, el pasaje de los años desde lo artístico y el trabajo actoral de Cid, son muy buenos. Tal vez otra mirada o enfoque (incluso pienso en una decisión por jugarse con una sola línea narrativa potente) habría transformado un film desparejo, en una producción de épicas proporciones. Más allá de eso, es una historia que puede interesar y se deja ver, atrae y tiene algo que ofrecer. El problema es sentir que había material de sobra en todos los rubros para imprimirle una dimensión distinta. Aprueba con lo justo.