El almuerzo

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

A la memoria de Haroldo Conti

El almuerzo, la película de Javier Torre, recrea en clave de ficción el almuerzo que Jorge Rafael Videla ofreció en la Casa Rosada a referentes de la cultura, en 1976.

El almuerzo, de Javier Torre, es un viaje a la Argentina de la violación a los Derechos Humanos. La anécdota recrea el almuerzo que el genocida Jorge Rafael Videla ofreció en la Casa Rosada a referentes de la cultura, en mayo de 1976. La película, sencilla y con diseño documental, pone la cámara sobre cada personaje y deja que los discursos aparezcan controlados por el miedo y la sospecha del horror que no se puede nombrar.

Alejandro Awada compone el rictus de Videla de manera magistral. Mastica las palabras y se dirige a sus invitados con desprecio disfrazado de cortesía. A su mesa ha sentado a Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Horacio Ratti (presidente de la Sade) y el Padre Castellani, interpretados por Jean Pierre Noher, Lorenzo Quinteros, Roberto Carnaghi y Pompeyo Audivert, respectivamente. En la otra punta de la mesa, el Secretario General de la Presidencia, General Villarreal (sobrio, Arturo Bonín) mide la situación.

La película entrelaza esa circunstancia difundida por los medios de comunicación a dos meses del golpe de estado, con la desaparición, tortura y asesinato del escritor Haroldo Conti (Jorge Gerschman). Cada invitado llega a la Rosada con preocupación por el nivel de apoyo que implica la invitación.

Previamente se los muestra escuchando historias de represión, de procedimientos irregulares, y conocen la lista de escritores desaparecidos. La mediación es un anhelo que se esfuma con la primera mirada de Videla.Más allá de la imitación, una de las decisiones que sostiene la película, ya que los actores han buscado los rasgos distintivos de las personalidades evocadas, Javier Torre recrea ese momento crucial en la vida y la muerte de la nación.

La incomodidad de los comensales, la conversación en torno a la figura del escritor en la sociedad, lo patético de la situación con esos hombres respetables comiendo con el dictador, mientras Haroldo Conti vive su calvario, componen una imagen escalofriante del pasado.

La actuación de cada actor es de una intensidad conmovedora. Audivert, por ser quizás menos mimético, y Gerschman, como la víctima que representa a tantos mártires, estremecen por la actualidad del planteo, aun en un contexto de garantías de los Derechos Humanos. El almuerzo es, a su manera, un homenaje sentido a Haroldo Conti, que remite, sin decirlo, a la frase "Nunca más", repetida tantas veces como sea necesario.