El abrazo de la serpiente

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

El viaje dentro del viaje

A veces ir en busca de un sueño se convierte en una obsesión. Ese sentimiento atravesó a dos científicos, un alemán y otro estadounidense, que expusieron su vida en la selva amazónica de Colombia con el único objetivo de encontrar una planta curativa, entre sagrada y alucinógena. La película de Ciro Guerra se inspiró en las vivencias de esos científicos, en épocas distintas, con la particularidad de que se relacionan con el mismo chamán, Karamakate. Relatada en blanco y negro, el filme expone en la crudeza del paisaje la soledad y la angustia de quien es el último sobreviviente de su tribu. La desconfianza hacia el hombre blanco será inevitable. Ese vínculo con el otro, por necesidad, también florece. Al igual que en “Fitzcarraldo”, de Werner Herzog, un blanco necesitará de un nativo para lograr su objetivo. El nativo lo ayudará por su espíritu solidario, pero también por curiosidad y hasta por control. Si tiene más cerca al hombre blanco sabrá que al menos podrá defender con su cuerpo lo poco que le queda. Y este chamán conducirá a ambos por el camino que los lleva a la yakruna. Pero el sendero que los guiará hacia esa planta medicinal también servirá para ver cómo el paso del tiempo hizo mella en la vida de Karamakate. Es un viaje dentro de otro. Porque el joven desconfiado y divertido que asomó en la primera búsqueda se convertirá en un ser huraño, quebrado, a quien en la Amazonía se los llama un chullachaqui, alguien sin memoria ni sentimientos, una cáscara vacía. Basada en un caso real sobre relatos de los exploradores que hilvanaron este derrotero, la película de Guerra tiene alta consideración de la crítica, tiene cierto aire poético, y el domingo próximo podría dar la sorpresa si gana el Oscar como mejor película extranjera.