Drive my car

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

El director de “Happy Hour” (2015) y “La Ruleta de la Fantasía” (2021) regresa a las salas con un film impactante. El cine oriental siempre constituye un reto para el paradigma occidental. Podemos encontrar características y estilos sumamente diversos, casi nunca el tedio y la reiteración. “Drive My Car” posee valores suficientes como para convertirse en uno de los hallazgos de la temporada. Tan singular resulta su visión, como que los créditos iniciales aparecen a los cuarenta minutos de comenzado el metraje. Se nos presentan personajes con vidas complejas y rincones emotivos que descubrir. Abreva el autor en metáforas sobre el duelo de modo omnipresente. Prestemos atención a la elección de Hiroshima como centro del relato; un destino geográfico nada azaroso: representa el sentimiento de culpa de una nación. El simbolismo se hace evidente a través de una poética hipnótica. Adaptando el libro de relatos “Hombres y Mujeres”, de Haruki Murakami, podemos comprender que la abundante cantidad de tiempos muertos incluidos nos lleva a vivenciar como espectadores la propuesta como si transcurriera en tiempo real. Ryusuke Hamaguchi integra al relato la puesta teatral “Tío Vania” de Anton Chejov. Una inteligente puesta en escena vehiculiza la evidente visión sobre el deterioro de la vida y las propias miserias contempladas. A fin de cuentas, somos directores de la obra que es principio y fin de nuestra existencia, no hay ensayo general posible. El tránsito es hacia dentro de sí, en búsqueda de una exploración existencial. La naturaleza humana está capturada con una densidad notable. El realizador lleva a cabo un sobrio estudio de personajes, colocándonos bajo su piel. Hamaguchi es uno de los cineastas contemporáneos más entusiastas y su principal valor radica en reflexionar acerca de cómo el arte asegura un espacio de sanación. Como el medio interpretativo ofrece este nivel catártico y terapéutico. Ya no estaremos sangrando las heridas una vez que cuestionemos el estereotipo del modo de vincularnos socialmente aceptado, consensuado y correspondido.