Dredd

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

A veces correcto no es sinónimo de excitante, y eso es lo que ocurre con Dredd, la nueva adaptación del comic británico de culto que tuviera una espantosa primera aproximación cinematográfica con Sly Stallone & co en 1995. La versión 2012 está a años luz de aquella pavada y, aunque es muchisimo más fiel al comic de lo que uno podría esperar, tampoco se transforma en la experiencia cinematográfica visceral que debería haber sido. Da la impresión que algo se perdió en la traslación, y termina resultando un filme de acción más, sin nada que lo distinga demasiado.

Dredd abreva directamente en la historieta homónima, la cual apareció en la revista inglesa 2000 AD en 1977, y que pronto se transformó en un ícono de la cultura popular británica. La tira ha estado publicándose de manera ininterrumpida hasta el día de hoy, demostrando la riqueza de ideas del universo que ha pintado y la fascinación del público por el personaje. Ciertamente los setentas eran años turbulentos, marcados por crisis económicas y el endurecimiento de la guerra fría, amén de la proliferación del crimen organizado en sus múltiples ramas. Vale decir, era una época propicia para el surgimiento de reaccionarios y pro fascistas, algo que derivaría en la aparición de vengadores anónimos, policías cargados con magnums enormes, y superhéroes devenidos en verdugos con superpoderes. En tal sentido Judge Dredd apareció como una sátira a dicho movimiento, un individuo monosilábico y letal, un sicópata cuyo único propósito en la vida era el cumplimiento a rajatabla de las brutales leyes impuestas en el escenario que le tocaba jugar.

Por supuesto Juez Dredd terminó siendo influencial... y es posible que dicha influencia termine por jugarle en contra el filme de Pete Travis. Basta que pasen unos minutos de proyección para que uno sienta que está asistiendo a una especie de secuela de Robocop. Malos muy malos tatuados y/o llenos de cicatrices; gente hacinada en ciudades futuristas; una población infectada por drogas experimentales creadas por implacables organizaciones criminales; corrupción por donde se la mire, y oficiales de la ley partidarios de disparar primero y preguntar después. Omitan el robótico renacer de Alex Murphy y verán que Robocop y Dredd son primos demasiado cercanos, compartiendo incluso su carencia de emociones, sus sensacionales chiches para disparar balas y su brillante casco.

Eso no quita que el filme en sí no sea bueno, pero a uno le queda una sensación de deja vu. Más concretamente, uno podría decir que esto es Robocop suelto en la torre Nakatomi (la de Duro de Matar). El tipo tiene 4 balas, no puede salir de ahi y tiene que exterminar a todo un ejército de malosos. Como el comienzo es bastante expeditivo - una persecución, un par de diálogos, y ya estamos dentro del interior de la gigantesca torre en donde va a ocurrir todo -, jamás tenemos tiempo de conocer a Dredd, o de sentir algo por él. Al menos el libreto - de Alex Garland (28 Dias Después, Sunshine), habitual colaborador de Danny Boyle, y fan de toda la vida del comic - debería haber trazado unas pinceladas gruesas y brutales como para darle más personalidad al protagonista y, sobre todo, brindarle la oportunidad de impresionar al público. La persecución del inicio está ok, pero creo que se precisaba la mano de un especialista en carnicerías - tipo Paul Verhoeven... y seguimos con las coincidencias con Robocop - para que la gente se quedara con la boca abierta y sintiera respeto por un personaje tan estoico y cerrado. Y ése es un problema del libreto, no de Karl Urban - quien está más que bien para el papel que le dieron en suerte -.

Una vez dentro del gigantesco condominio - que es en realidad una pequeña ciudad de 200 pisos de alto y que se clausura de manera impenetrable con unos postigos gigantes de cemento - esta gente se limita a disparar y correr. Hay alguna que otra secuencia de acción buena pero todo es demasiado repetitivo y oscuro, restringido a los largos pasillos del edificio. Otra vez, piensen que Robocop está perdido en un nivel de Doom u otro video juego similar.

Quizás lo más interesante del filme pase por la novata que acompaña a Dredd, y que es la única que se comporta como un ser humano. Es una chica que puede leer la mente, y su habilidad le saca las papas del fuego más de una vez al estoico protagonista. Hay un par de momentos en donde la muchacha mete la pata - casi de manera letal - o que se mete en situaciones peleadas con la moral, pero el libreto las pone como una anécdota en vez de explorarlas a fondo. Porque a veces las ejecuciones sumarísimas terminan resultando castigos excesivos a individuos que ya tienen una familia armada.

Dredd es correcta, ni más ni menos. El protagonista no luce pero tampoco desentona, la villana tampoco deja una impresión duradera, las balaceras están ok sin ser memorables... Me parece que podrían haber hecho algo mejor con la historia de un verdugo de la ley suelto en una ciudad post apocaliptica y saturada de corrupción. Así como está es genérica y pasable, pero no una aventura por la cual uno quede tan entusiasmado que clame a gritos por el rodaje de su secuela.