Dragon Ball Z: La batalla de los Dioses

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

La nostalgia que da pelea

El filme animado es para fanáticos que conozcan a Goku, respetando la serie de TV.

La espera terminó para los fanáticos de esta historia, creada por Akira Toriyama en 1984, cuya publicación finalizó ¡hace 18 años!, tuvo sus casi 300 capítulos televisivos y una docena de películas.

El carácter nostálgico de ver en salas comerciales a un hito animado de los años noventa planteaba dos caminos: hacer un filme que sumase nuevos adeptos a la saga o recluirse en sus seguidores.

Este debut cinematográfico del nipón Masahiro Hosoda optó por lo segundo. Una película no inclusiva, sólo para fanáticos, donde desde el comienzo del filme hay que tener una dosis mínima de conocimiento de Goku y cía.

El recorte del filme también es polémico, centrado en Bills, un temerario dios destructor quien despierta de una “siesta” de 39 años. Junto a su fiel (y ambiguo) asistente Wiss (quien esconde un importante secreto), viajan hacia el alejado planeta Tierra para conocer al único Dios Super Saiyajin de la galaxia. Y así poner a prueba su imbatible poder del mal.

Lo que amenaza con ser muerte y desolación queda totalmente descartado al ver que los seres extraterrestres desembarcan ¡en una fiesta de cumpleaños! de Bulma, la esposa de Vegeta, otro héroe de la cosecha Toriyama.

El guión, podríamos decir televisivo y que se podría haber condensado en un capítulo de la tira, se estira y estira viendo cómo el Dios de la Destrucción cae como eje en una comedia animada donde las risas están garantizadas en algunos pasajes. ¿O quien imagina a una deidad felina con look del Antiguo Egipto sucumbiendo ante un budín o gustando del sushi? Placeres terrenales que no se consiguen en galaxias lejanas.

El polémico “modo Dios” de Goku, y la larga batalla que libra contra su rival, son algunos puntos fuertes de este filme cuya estética de los personajes no gusta moverse del original.

Con colores vívidos y respetando al dedillo los paisajes de la serie, acá no hay tridimensionalidad ni efectos especiales de lujo. La película se encierra en la nostalgia de tiempos mejores como al escuchar a Mario Castañeda ponerle voz a Goku o a René García, haciendo lo mismo con Vegeta. Snif, snif.